Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2025

EL LIBRO DE BRETÓN

No ha muchos años, un perro, de esos que dan miedo con su sola presencia, acabó con la vida de un niño. ¿Existe culpabilidad en la conducta de un perro? No, que uno sepa. No obstante, el animal en cuestión sería sacrificado. Algún tiempo antes, un padre llamado José Bretón, con el fin de inferirle el más cruel de los sufrimientos a su esposa, mata a sus propios hijos, de dos y seis años. No conforme con ello, para hacer desaparecer los restos, los mete en un horno hasta calcinarlos, de tal manera que se necesitó la peritación forense para demostrar que aquellos huesos pertenecían a los niños. Imposible una conducta más macabra, más horrenda, más abominable. ¿Hubo culpabilidad en la conducta del padre? Toda la del mundo. Pues bien, el perro, sin culpa alguna, fue sacrificado, mientras que el padre incalificable, sigue vivo. ¿Cómo es esto posible? Porque la pena de muerte está prohibida para las personas; no dice nada de los animales. A...

LOS MENAS

Llueve a manta de Dios, llueve como cuando yo era niño, que había semanas en que mi padre no podía salir al campo a arrancar la carga de escobas, 20 pesetas le pagaban en la tahona, porque el burro Porra se atascaba en el barro hasta los corvejones, que no sé ni cómo pudo llegar a los 93, mi padre, con lo mal que se llevaba con el Señor, a juzgar por la cantidad de alabanzas que echaba por aquella boca. Bien podría, por tanto, escribir sobre la lluvia, esa bendición del cielo, pero no pienso hacerlo hasta que las fuentes campestres de mi infancia vuelvan a manar durante todo el año, inacabables veranos incluidos, claro, aquellas fuentes que brotaban en el sitio menos esperado, provistas que estaban todas de un jarro de metal ‘reluciente’, cubiertas la mayoría por una bovedita de piedras, que de eso se encargaban los pastores en sus interminables horas al cuidado de tan aplaciente ganado. Lo dicho, que no pienso hablar de la lluvia. Ni tampoco del frío -qué frío ni qué leches-, h...

EL PENALTI

Si no lo veo, no lo creo. Minutos después del ‘histórico’ suceso -golpecito sutil al balón, pie izquierdo, antes de lanzarlo con el derecho, seguido de la anulación del gol-, el ABC digital se atrevió a poner negro sobre blanco algo que algunos veníamos afirmando, tiempo ha: “Dios es del Madrid” (sic). Yo dejé de decirlo el día que echaron el cerrojo al Bernabéu para los eventos musicales, a causa del ruido enloquecedor en el entorno. Si Dios hubiera sido del Madrid, no habría consentido semejante desgracia, pensé. Pero no me disgusté. No me disgusté, porque la última vez que estuve en el mítico estadio, juré no volver hasta que no se muriese, es un decir, el encargado de la megafonía. Qué necesidad hay de romperle los tímpanos al personal a la hora de dar las alineaciones. En mi vida he visto nada más estridente, hiriente, doliente, sí, duelen los oídos. Cuando se suscitó el cierre musical del recinto, me dije: si te revientan los oídos en un partido, qué será aguantar dos hora...

VICENT Y YO, CON PERDÓN

Dijo una vez Manuel Vicent que por menos de 200.000 pesetas no levantaba ni una persiana. Se refería al valor de sus columnas periodísticas. De Vicent lo leo todo, bueno, más que leerlo, me lo bebo directamente (algún libro me lo he inyectado en vena). Digo yo que no debo de andar muy desencaminado en mi afición ‘vicentina’, cuando el escritor fue descubierto nada menos que por un tal Camilo José Cela (“patriarca de los prosistas en castellano”, según Pániker), cumpliéndose así el aserto de Jenófanes: “Para descubrir a un genio es preciso ser genio”. Me gusta tanto la prosa de Manuel Vicent, ingeniosa, sencilla, luminosa, que no me importa nada que, llevado por su sesgo comunista (aunque nunca perteneciese al partido), me mienta como un bellaco: afirma en uno de sus libros que Aznar (al que nunca pudo ver ni en pintura) mandó soldados a la guerra del Golfo (Bush hijo), cuando el que sí lo hizo fue Felipe González (Bush padre). Los de Josemari no salieron del barco-hospital. En ...

¡ADIÓS, GUAPO!

Lo conté en su día a tenor de lo de Rubiales y Jessi: si aquello hubiese sucedido en tiempos de Franco, personaje predilecto de Pedro Sánchez, dicho sea entre paréntesis, el del ‘piquito’ no se hubiera librado del talego. (Perdonen tan vanguardista jerga; es que me queda de cuando anduve de médico de la prisión de jóvenes de Cáceres.) Por entonces, lo de Rubiales no habría quedado en 11.000 euros. Ni loco. “Por un beso que le di en el puerto, me encuentro metido en esta prisión”, cantaba Manolo Escobar. Pues bien, siendo grave lo del beso rubialesco, no tiene ni punto de comparación con lo que contó el otro día doña Yolanda Díaz: sin venir a cuento, va un periodista y le espeta a la cara un desagradable exabrupto: “Cada día estás más guapa”. “A mí, que soy vicepresidenta del gobierno”. Lo que no acabo de entender es por qué no sé fue directamente a presentar la denuncia. Visto como anda el patio, seguro estoy de que al sinvergüenza del periodista le habrían caído algunos noch...