DE MINISTROS Y ENFERMEDADES Agapito Gómez Villa Imagino lo contenta, perdón, feliz, es que ya no hay nadie contento (el último fue un ciclista italiano: "sono contento", dijo): ahora todo el mundo 'está' feliz; les decía que imagino lo feliz que tiene que estar doña Irene Montero, no ya por sus tres recientes retoños, enhorabuena, sino porque, hace tres lunas escasas, no fuera 'nombrada' por su marido ministra de Sanidad, que le faltó el canto de un euro. Ya hemos escrito varias veces que, transferidas sus funciones a los "mini estadis" (un campo del Barça), el ministerio de Sanidad es un cascarón vació, pero no me digan ustedes que doña Irene no se hubiese echado a temblar sí le llega a tocar la listeriosis, otra enfermedad 'periodística' (la 'una' fue el ébola, que hay que ver la que montaron por dos o tres casos). Es que debe de ser aterrador tener que hablar de una enfermedad de la que no tienes ni bar...
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