¿UN TREN DIGNO? Agapito Gómez Villa Y habló Yahvé desde su morada en Bruselas: “Unamos todas las capitales de la Unión Europea mediante trenes que viajen a la velocidad de la electricidad”. Aunque aquello era una barbaridad, todo el mundo lo entendió a la primera. En efecto, todos los habitantes de la Europa Unida dieron por hecho que lo que Yahvé quiso decir es que los trenes volarían veloces sobre vías electrificadas: tan rápido como la corriente eléctrica, ni el Falcon de Pedro Sánchez, uno que gobernaría sobre la España, décadas más tarde. Los habitantes de la Extremadura se llenaron de contento con la noticia: el tren (AVE para los amigos) que uniría Madrid con Lisboa atravesaría sus tierras cual flecha filistea, ensartando ciudades a su paso. Mas hete aquí que, al poco tiempo, los vecinos de la dulce Portugal decidieron bajarse del tren, con lo cual se produjo un fenómeno único en la historia universal: el descarrilamiento de un tren parado, qué digo parado,...
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