¿UN TREN DIGNO?
Agapito Gómez Villa
Y habló Yahvé desde su morada en Bruselas: “Unamos todas las capitales de la Unión Europea mediante trenes que viajen a la velocidad de la electricidad”. Aunque aquello era una barbaridad, todo el mundo lo entendió a la primera. En efecto, todos los habitantes de la Europa Unida dieron por hecho que lo que Yahvé quiso decir es que los trenes volarían veloces sobre vías electrificadas: tan rápido como la corriente eléctrica, ni el Falcon de Pedro Sánchez, uno que gobernaría sobre la España, décadas más tarde. Los habitantes de la Extremadura se llenaron de contento con la noticia: el tren (AVE para los amigos) que uniría Madrid con Lisboa atravesaría sus tierras cual flecha filistea, ensartando ciudades a su paso. Mas hete aquí que, al poco tiempo, los vecinos de la dulce Portugal decidieron bajarse del tren, con lo cual se produjo un fenómeno único en la historia universal: el descarrilamiento de un tren parado, qué digo parado, un tren no creado. Con todo y con eso, los mandatarios nacionales, perdón, estatales, así como los mandatarios regionales, perdón, autonómicos, continuaron a conciencia con la mentirosa cantinela: “Quiero reiterar en nombre del gobierno que en 2010 habrá AVE en Extremadura”, dijera una vicepresidenta de cabellos indomables. Y así, años tras año.
Llegados a este punto, me veo obligado a realizar un ‘cambio de agujas’, bella expresión del argot ferroviario.
No es que uno sea ‘mu listo’, pero desde el momento del descarrilamiento hispano-luso, tuve claro que aquello era “El viaje a ninguna parte” (loado sea Fernán-Gómez): que lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, según el Guerra torero. Algún que otro lector recordará el irónico cachondeíto que le dediqué al particular, en media docena de artículos. Era la única manera de defenderse de las ‘reiteradas’ mentiras y falsedades de los sucesivos mandamases, que, atrapados en un electoralismo infantiloide, siempre nos trataron como a niños, cuando los ‘niños’ supimos desde el primer día todo lo que sus hueras/huecas palabras escondían. Fueron tan descarados, desvergonzados, desaprensivos, desconsiderados, que consintieron que los “coros y danzas” regionales viajasen “amilanados” a Madrid en pos de “un tren digno”, en lugar de decirles la verdad: que nunca habría tal tren. ‘Nunca’ quiere decir hasta mediado el presente siglo, como pronto.
Lo que mal empieza, mal acaba. Talmente el “tren digno”, devenido hoy en el hazmerreír de todas las Españas. El tal Sánchez, el del Falcon, parapetado tras el ‘escudo’ real (vaya papelón, don Felipe), con toda la jeta del mundo, se atreve a inaugurar el cacho de vía sin electrificar entre Badajoz y Plasencia, bajo el nombre de AVE extremeño. Y para más inri, cuando Extremadura ardía por los siete costados. Al día siguiente, el “tren digno” se confunde de vía. Al siguiente, una hora de retraso. Al otro, más de lo mismo… Imposible más escarnios.
Nadie con tanto aguante como los extremeños. Por eso nos ningunean. Hasta la mismísima humillación. Quousque tandem Catilina…?
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...