Tres noches he pasado, recién, a pocos metros de la casa donde pernoctase hace un siglo el rey Alfonso XIII, cuando su viaje a Las Hurdes, bellísima comarca donde las haya. La dos primeras noches dormí bastante bien, pero la tercera no pegué ojo. Me dio tiempo de pensar en todo, mayormente en la causa de mi insomnio: ese día no habíamos hecho nada que pudiera influir de modo tan negativo en mi descanso. Muy al contrario: todo transcurrió de modo aplaciente. Llegué a pensar, incluso, que la causa podría ser una especie de castigo geográfico de parte de mi pueblo, Casar de Cáceres, que se habría enojado por haberme hospedado en Casar de Palomero. Una de esas cosas incomprensibles que salen en el “Cuarto Milenio” de Íker Jiménez. La idea me pareció tan descabellada, que la descarté de inmediato, con toda razón: me encontré después con uno de mi pueblo que lleva siete lustros en el lugar, tan feliz y contento. Pues bien, después de haberle dado muchas vueltas a mi insomne cabeza, a...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa