Hoy, lo más fácil hubiera sido hablar del tal Koldo y sus vergonzantes comisiones pandémicas. Y de su jefe, el tal Ábalos. Menudos puntos filipinos. Para explicar lo de hoy, bastaría hablar de lo de ayer, cuando ambos se presentaron de madrugada en el aeropuerto de Barajas a recibir a una señora que tenía prohibida la entrada en Europa, Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela a la sazón, cargada que venía con cuarenta maletas repletas de oro, incienso y mirra, y de cuyo paradero nunca más se supo. Manda huevos. Con eso habría bastado para que ambos hubiesen sido fulminados. Pero a lo que se ve, el par de pollos no son la excepción en lo que a la corrupción política respecta. No sólo en España, claro, pues que el mal parece universal: a Nixon lo echaron los jueces, los Kennedy eran una familia de ganster; Mitterrand era un golfo, a Chirac le esperaba un rosario de juicios, Sarkozy cumple condena; Bettino Craxi murió en el exilio, Berlusconi era un saco de corruptelas. Y así podrí...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa