Prefacio: yo sé que hoy lo que se lleva es escribir sobre Pedro Sánchez y sus locuras, pero ustedes perdonen que me aparte, pues que ya hay una legión dedicada al particular. Dicho lo cual, si yo hubiera tenido que dedicarme a escribir sobre política todos los días de mi vida, como tantos, como el bueno de Raúl del Pozo un suponer, creo que ya hace tiempo que me habría quitado del medio. “Llamaradas en la prosa”, dijo Umbral que tenía Raúl, pero es que no le quedaba/queda otra. Cuando uno se ve obligado a más de lo mismo, día tras día, año tras año, no le queda más remedio que romperle las costuras a la escritura, tal que Picasso a la pintura, para seguir ganándose el pan, lo cual no deja de tener su mérito, literario, claro. Pero lo malo no es eso: lo peor es que veas cómo los políticos se pasan tus escritos por el arco de Trajano, aunque seas un adepto a sueldo de la casa/causa. Y aquí viene al pelo lo de Bioy Casares, el finísimo escritor/seductor argentino (premio Cervantes, les recuerdo), que miraba con cierto desdén elitista a los escritores comprometidos, porque, según su opinión, que comparto a tope, los políticos desprecian y desechan a estos intelectuales y escritores cuando ya no los necesitan. Y ya para rematar, lo de Cela a Umbral: “No sé cómo escribes sobre los políticos: son todos personajes de tercera”. Y eso que Umbral, sabio que era, alternaba la política con la cultura y con las crónicas de las señoras de la alta sociedad, cual Marcel Proust madrileño. No obstante, en lo de los “personajes de tercera”, tenía toda la razón Camilón, aunque nunca sabremos si también hubiera incurrido, de haber dado con la tecla del artículo (escritor genial, nunca lo consiguió), cuando lo necesitó por razones pecuniarias, sí.
He hablado antes de los escribientes comprometidos, pero ¿qué me dicen de los ‘anticomprometidos’? Son iguales, pero al revés. Entre todos, lo politizan todo. No hay asunto que no pasen por el embudo de la política, aunque se trate de la Ley de la Gravitación Universal, bueno, de ciencias, ni dividir, como Neruda, que nunca aprendiera. ¿Qué creen ustedes que han hecho con el cartel anunciador de la Semana Santa sevillana? El otro día, vi cómo politizaban hasta la náusea el controvertido cartel. Nada de dejarlo en la esfera religiosa o artística. Que si la extrema derecha tal, que si la extrema derecha cual (a lo que se ve, los de extrema izquierda parece que no tienen nada que decir, los pobres). Y los contertulios, tan oreados. Repugnante, ya digo.
A mí, lo que me habría interesado es la opinión de Stravinski, aquel genio, sobre el polémico cartel, sobrecogido que quedase con la Semana Santa sevillana, un siglo ha: “Oigo lo que veo; veo lo que oigo”. Pero creo que me voy a quedar con las ganas. Y con las opiniones de los discapacitados intelectivos, que no intelectuales, ya quisieran.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...