Lo dijo el otro día Pedro Sánchez: “El Fiscal G. del Estado defendió la verdad. La que tiene que pedir perdón es Díaz Ayuso”. Bien dicho, sí señor. Qué trabajo le costaría a la presidenta de Madrid pedir perdón. ¿De qué? Eso es lo de menos. Pero un mínimo de compasión, o si prefieren de consideración/conmiseración con el presidente del gobierno, no estaría nada mal. Que sí, que el único pecado de Díaz Ayuso fue no preguntarle a su pretendiente si tenía algún problema con Hacienda (insisto: para mí, lo peor fue lo del Maserati de segunda mano). Pero eso no es óbice ni cortapisa para que se baje de la burra y, aunque sólo sea por caridad, le eche una mano a Pedro, tal que se hizo de toda la vida entre compañeros: hoy por ti, mañana por mí. Lo de compañeros lo digo porque ambos son presidentes. Ah, y con otra cosa en común: ¡ambos tienen a familiares imputados!, procesados, decía mi madre, bajando la voz, cuando algún vecino con la caza furtiva. ¿No son, acaso, razones suficientes? ...
Un cinco de diciembre, cuando escribo, sería indecoroso no dedicarle unas palabras a la santa Constitución, paráfrasis de la santa Transición que inventase Umbral. Pues mira tú por dónde, me da como la sensación, de que la ‘Contitusión’ (Alfonso Guerra dixit) es mucho menos santa que la Transición. En efecto, al primer tapón, zurrapa. “Todos los españoles somos iguales ante la Ley”; y a la media vuelta, hay uno que está por encima de todos: el rey y su inimputabilidad. ¡Pero qué dice usted, señor legislador! Ya con eso, es imposible ir a ninguna parte. No conforme con lo cual, va y nos dice que el voto de los nacionalistas, o sea, independentistas (son lo mismo), vale mucho más que el mío. ¡Tu tía la del pueblo! Todo eso, después de haber dicho, pomposamente, lo de la “indisolubilidad de la Nación Española”. Toma ya coherencia. Gracias a la “constitucionalidad” de los partidos separatistas, el tal Puigdemont, al que quiere visitar de rodillas Pedro Sánchez, proclamó durante unos s...