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Mostrando entradas de julio, 2014

Sorprendente sorpresa

     Cada vez que salen a relucir las fascinaciones, me viene a las mientes una rotunda frase de “Crónica de una muerte anunciaba”: a cierto personaje, “le fascinaban los fastos de la iglesia”. A uno también le fascinan los fastos eclesiásticos, pero tiene además otras dulces fascinaciones, a caballo entre la memoria, ese prodigio de la evolución, y lo real (“lo tan real, hoy lunes”, que dijera Aleixandre). A uno le fascina, sí, tocar con los propios ojos las cosas que aprendiera en el bachillerato. Se pueden imaginar lo que supuso darme de bruces con la iconografía de aquellos libros: viaje a Grecia, viaje a Egipto, etc. Bien.     Fue el caso que, no ha muchas semanas, viajando por el norte de Italia, veo en un cartel: lago Como. De repente, me vienen a las mientes los tres: Mayor, Como y Garda, que así venían en el libro. Yo no me voy de aquí sin acercarme. De camino al lugar, en tren, me encanta viajar en tren, se me cierra otro de los círcul...

Pecado de baja laboral

       Lástima que no existiesen las bajas laborales por enfermedad en tiempos de Jesucristo. La cantidad de fraudes que nos hubiéramos ahorrado. Es tan grave el asunto, que estoy absolutamente seguro de que Jesús habría dicho: “Hay de aquel que abusare de la baja por enfermedad. Más le valiera no haber nacido”. No es para menos. Se trata de un atentado moral tan atroz, que bien hubiera merecido tan medrosa admonición. Y tan brutal castigo: las llamas eternas. O la expulsión del paraíso: ¿fue acaso más grave lo de Eva y la manzana que abusar de la baja por enfermedad, y para más inri, en un país con cinco millones de parados? Vamos anda.   Por qué digo todo esto. Me explico. En la larga y tormentosa y luminosa historia de la humanidad, posiblemente no exista conquista social más impresionante que el que te lleven el jornal a casa, mientras estás enfermo. Lo que yo te diga a ti. Mucho más que la jornada de ocho horas, mucho más que las vacaciones...

De niños e himnos

    Aquellos afortunados que me siguen semanalmente, habrán podido comprobar que los acontecimientos siguen dándome la razón: si Brasil saliera campeón (valga el argentinismo), sus jugadores serán glorificados hasta la santificación, pero no se olvide que pasaron a cuartos gracias a la lotería de los penaltis. La suerte y el fútbol, o sea.     En realidad, de lo que yo quería hablarles hoy, al hilo del evento futbolístico mundial, es de otra cosa, de otras cosas. Acabo de ver el comienzo del Argentina-Bélgica, y me he fijado en dos detalles: en los niños y en los himnos.   Los niños. Como es costumbre, cada jugador hace el paseíllo llevando de la mano a un niño, igual que se lleva una bolsa de viaje, tal es el caso que les prestan. No obstante lo cual, imagino la ilusión que les debe de hacer a los jovencitos. A la vista del hecho, tiempo ha se me ocurrió una idea que, dicho sea de paso, cosechó un fracaso rotundo: propuse, sí, que cada torer...