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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Preocupación estudiantil.

"Manadas de estudiantes inician la revuelta, son los años sesenta. Y ahí está, la Puerta de Alcalá....", cantaba/canta Pilar Cuesta, la divina Ana Belén. Me acordé de ella el otro día, al ver las mesnadas de estudiantes en flor, caras pintarrajeadas de fiesta y entusiasmo: las novatadas, bautismo previo en las aguas del Jordán universitario. Abro paréntesis: las novatadas tienen su aquel cuando contienen una pizca de ingenio, pero maldita sea la gracia cuando los autores de las mismas son los sádicos, tontos, torpes de turno, que todavía me acuerdo de uno en la mili, que no lo maté porque me pareció feo debutar con un asesinato: cierro paréntesis. Bueno, a lo que íbamos: no obstante las caras festivas y risueñas, noto algo raro en el juvenil ambiente, como una incierta preocupación, o inseguridad, o qué sé yo. Total, que más corto que perezoso, voy y abordo a un grupo de muchachas, jovencísimas por definición, y les hago la inevitable pregunta. La respuesta me quedó...

Bebe

           Cada vez que escucho a Bebe, me acuerdo del gran genio, quién va a ser, don Camilo José Cela, al que el otro día, en presencia del rey, le fueran rendidos los máximos honores literarios, con motivo del centenario de su nacimiento, y del que dice Andrés Amorós, que le trató mucho, que, en contra de lo que opinan los que jamás lo han leído, era un señor de educación exquisita: "Lo importante es tener voz propia y lo demás son ganas de marear", era uno de sus   mandamientos. Bebe, mismamente. En los últimos tiempos, nadie ha irrumpido en el proceloso mundo de la música con una voz y un estilo más personal que ella. Y dotada además de una sensibilidad a flor de "Cambio de piel", que así se titula lo último suyo.          De Bebe, uno conocía el "malo, malo, malo" de sus comienzos; mas como aquello fuera usado por el feminismo militante, movimiento del cual tengo un concepto perfect...

Una cuestión personal

    “Con ciento setenta, a ver quién es el guapo que se atreve a decir no”, dijo don Guillermo, al cual, siquiera sea por el corporativismo que siempre ha existido entre los médicos, compréndanlo, vuelvo a   llamarle “el hombre sensato”. No hace falta decir que el guapo ha dicho no. Eso para empezar.    Hace ya su buen cuarto de siglo, nos reunimos cuatro personas para tratar de un contencioso que afectaba a cientos de vecinos. En la hora larga que duró la cosa, el letrado que llevaba el asunto, no sólo me ignoró por completo (era la primera vez que nos veíamos), sino que, cuando quise intervenir, sin tan siquiera mirarme, atropelló mi palabra con la suya. “A este tío no lo vuelo yo a mirar a la cara en toda la vida”, me dije. Y hasta hoy. Desoyendo los consejos de personas sensatas, me desgajé del grupo y tiré por mi cuenta. Resultado: fui el único que no recuperó los dineros, el equivalente al trabajo de todo un año, lo que no es ninguna broma. Y t...