"Manadas de estudiantes inician la revuelta, son los años sesenta. Y ahí está, la Puerta de
Alcalá....", cantaba/canta Pilar Cuesta, la divina Ana Belén. Me acordé de ella el otro día, al ver las mesnadas de estudiantes en flor, caras pintarrajeadas de fiesta y entusiasmo: las
novatadas, bautismo previo en las aguas del Jordán universitario. Abro paréntesis: las
novatadas tienen su aquel cuando contienen una pizca de ingenio, pero maldita sea la gracia cuando los autores de las mismas son los sádicos, tontos, torpes de turno, que todavía me acuerdo de uno en la mili, que no lo maté porque me pareció feo debutar con un asesinato: cierro paréntesis. Bueno, a lo que íbamos: no obstante las caras festivas y risueñas, noto algo raro en el juvenil ambiente, como una incierta preocupación, o inseguridad, o qué sé yo. Total, que más corto que perezoso, voy y abordo a un grupo de muchachas, jovencísimas por definición, y les hago la inevitable pregunta. La respuesta me quedó de una pieza, por inesperada: "Es que estamos muy preocupadas por la falta de gobierno". "Pero mujer: tenemos uno en funciones", le respondo. "Sí, pero no es lo mismo". "Tienes razón, hija". Mira lo que has conseguido, Pedro Sánchez, con tu no, no y no. Vergüenza me daría a mí, haber impregnado de tristeza la primera fiesta de toda una promoción universitaria, que no sé qué sería más grave, eso o que Ibarra hubiera de abandonar el partido por tu mala cabeza, aunque esto último no le vendría mal a Extremadura: Juan Carlos fundaría al día siguiente un victorioso partido regionalista. ¡Adelante!
Pero todo no va a ser nocivo en este inacabable interregno. Me explico.
Ido que fuera el ministro Soria, al haber aparecido su nombre en una cuenta opaca, o
traslúcida, que no entiendo de eso, su cartera, Industria, fue a parar a manos del señor DeGuindos, titular de Economía, con lo cual, desde entonces nos estamos ahorrando el jornal de un ministro, que no creo yo que don Luis tenga la cara de cobrar dos nóminas. ¿O sí?
Sigamos.
Por mor del desafortunado nombramiento del señor Soria para el Banco Universal,
o como se llame, las explicaciones sobre el desaguisado hubo de darlas el señor De
Guindos, las cuales no debieron de gustarle demasiado al personal, porque muchos pidieron su dimisión inmediata, que de haberse materializado, sus dos carteras habrían ido a parar al señor Montoro, un suponer. (Les recuerdo que un gobierno en funciones no puede nombrar nuevos ministros.)
Y aquí viene mi corolario: comoquiera que en la actual situación los ministros están de más -¿usted ha notado que la cartera de Sanidad está en manos de la ministra de Trabajo? ¡No me diga!-, propongo solemnemente que todos los ministerios recaigan en una misma
persona, la vicepresidenta Soraya, que está de vagar. El ahorro, claro es, no sería ningunatontería. También podría hacerse cargo de todo el señor Mariano, pero el hombre bastante
tiene con dedicarse a apagar los fuegos otoñales de los Bárcenas y las Ritas.
Y hablando de Rita. Les está bien empleado lo que les está pasando con ella: por haber
utilizado el Senado como vergonzante refugio de presuntos justiciables, poderosa razón, una más, para dar cerrojazo a la ¡Cámara Alta!: no sirve para nada, para nada bueno.