“París bien vale una misa”. ¿Se avergonzó, acaso, Enrique IV, protestante calvinista que era, de aquel solemne acto litúrgico? Muy al contrario: lo usó como ‘coronación’ de su entrada triunfante en París. Supongo que la cosa tendría lugar en Notre Dame, uno de los grandiosos templos de la cristiandad, convaleciente hoy de infernales quemaduras. (Aquella mañana que andábamos por el lugar, nos hicimos un hueco en el abarrotado templo, y allí permanecimos hasta el final, fascinados, como aquel personaje de García Márquez, por los fastos de la Iglesia, momento en el que, mientras en desfile triunfal y central, se retiraban los incontables concelebrantes, todos de ornamentos solemnizantes, los ángeles del coro comenzaron a elevarse, y yo con ellos, a las más altas alturas: daban inicio a un canto sublime, el Ave Verum Corpus, de Mozart.) Sigamos. ¿Se avergonzó, acaso Recaredo de aquella decisiva decisión que hubo de tomar? Sí, aquella mañana toledana que reunió a todas sus gentes visi...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa