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GRANADA BIEN VALE UNA MISA

“París bien vale una misa”. ¿Se avergonzó, acaso, Enrique IV, protestante calvinista que era, de aquel solemne acto litúrgico? Muy al contrario: lo usó como ‘coronación’ de su entrada triunfante en París. Supongo que la cosa tendría lugar en Notre Dame, uno de los grandiosos templos de la cristiandad, convaleciente hoy de infernales quemaduras. (Aquella mañana que andábamos por el lugar, nos hicimos un hueco en el abarrotado templo, y allí permanecimos hasta el final, fascinados, como aquel personaje de García Márquez, por los fastos de la Iglesia, momento en el que, mientras en desfile triunfal y central, se retiraban los incontables concelebrantes, todos de ornamentos solemnizantes, los ángeles del coro comenzaron a elevarse, y yo con ellos, a las más altas alturas: daban inicio a un canto sublime, el Ave Verum Corpus, de Mozart.) Sigamos. ¿Se avergonzó, acaso Recaredo de aquella decisiva decisión que hubo de tomar? Sí, aquella mañana toledana que reunió a todas sus gentes visigodas, en un polideportivo supongo: a la imponente catedral aún le faltaban algunos siglos: “De ahora en adelante, nada de arrianismo ni leches: todos cristianos; que mi hermano Hermenegildo quiere ser santo y no voy yo a estropearle el curriculum. Así que ya sabéis: todo el mundo a creer en la Santísima Trinidad. ¿Está claro?” Cualquiera se oponía al hijo de don Leovigildo. Menudo carácter. Por el título del escrito, ya sabrán a dónde voy. En efecto. Pablo Casado no es Enrique IV, ni Recaredo, ya le gustaría. Pero les voy a decir una cosa: la catedral de Granada, sin ser Notre Dame ni la catedral de Toledo, es un templo, además de magnificente, tan cargado de historia de España (allí yacen los creadores del magno ‘invento’), que si yo hubiese sido Casado, ni lo habría dudado: ¡a la catedral! Mas hete aquí que, una vez dentro, se entera de que la misa se estaba aplicando por el alma de Franco, razón por lo cual, Pablo abandona el templo antes del final, como avergonzado. ¿Que qué hubiera hecho yo? Aguantar como un cristiano. Que uno sepa, con Franco o sin Franco, el acto fundamental de toda misa es la Consagración, lo demás es guarnición ¿o no? (cuando yo sea cura, la guarnición quedará reducida a la mínima expresión: ah, esas homilías insufribles, y esos ¿cantos? como de excursionistas). Por todo eso, para un creyente como Casado, lo de Franco no debió de pasar nunca de una anécdota circunstancial. Digan lo que digan los demás (honor a Raphael): “Estoy aquí porque soy cristiano por la Gracia de Dios, que todavía me acuerdo del catecismo. Además, esta catedral, bien vale una misa” “¿Y qué le parece el comentario de Echenique: que lo suyo es de enorme gravedad?” “¿Más grave que no dar de alta en la seguridad social a uno de sus cuidadores? No me lo creo. De cualquier manera, rezaré por él; a ver si tuviéramos suerte: me refiero a la conversión de su alma”.

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