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Mostrando entradas de agosto, 2022

EL BACHILLERATO

EL BACHILLERATO Agapito Gómez Villa Estoy tan estragado de políticos marrulleros, incendios voraces, sequías pertinaces, economías decadentes y Casemiros salientes, que necesito escaparme por algún sitio. Por aquí: Cuenta el inteligentísimo, torrencial y bienhumorado Garci, que siempre que alguien le comentaba algo sobre sus muchos saberes al genial, cultísimo y malhumorado Fernando Fernán-Gómez, respondía de aquesta guisa: “Todo lo aprendí en el bachillerato”. Cómo sería de cierta la cosa, que decidió llevarla a la escena: “¿Es usted intelectual?”, le pregunta la bella señorita. “¡Sí, sí, estudié el bachillerato!”, le responde con entusiasmo don Fernando. No parece que iba el hombre muy desencaminado: el sabio Salvador Pániker escribe en sus memorias: “Lo importante es un buen bachillerato; luego, la carrera es puro trámite” (sic). Nada más lejos de mi intención, ya me gustaría, que compararme con dichos señores; pero, en verdad, en verdad les dig...

LA FLECHA DE JOMEINI

LA FLECHA DE JOMEINI Agapito Gómez Villa “Demasiado autobiográfico”, dijeron de Sánchez Dragó las hijas de Pániker, aquella vez que don Salvador lo invitase a su casa. Pániker, científico y humanista, en posesión de todos los saberes: “El hombre más inteligente que he conocido en mi vida” (Umbral). Y autobiográfico. Pániker era pura autobiografía. O sea, que las niñas de don Salvador no sabían que para mi ‘tío’ Ramón (Gómez de la Serna), la demasía autobiográfica habría sido un acierto: “La literatura, o es autobiografía, o no es literatura”. Toma ya. O lo de César González-Ruano, que, parafraseando a D’Ors, escribió: “Lo que no es autobiografía, es plagio”. En fin. ¿Que a cuento de qué viene todo esto? Muy sencillo: no me gustaría que las niñas de Pániker, señoras ya de mi edad, me desaprueben como a Dragó, en el caso sumamente improbable de que leyeren este escrito. Al grano. Un día del año 1992, el 30 de julio para más señas, en una de las sedes ...

DE ESPADAS Y SABLES

DE ESPADAS Y SABLES Agapito Gómez Villa La que han montado con la espada de Bolívar, que no es espada, “stricto sensu”, sino un sable como la rama de un pino. Espada, lo que se dice espada, la del Cid; o la de San Bartolomé, tal que luego se verá. Qué razón tenía el sabio que ahora se jubila, Juan Manuel: “Que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet”. Impresionante premonición. Sólo un psicópata de libro, aunque diputado, es capaz de pedir la guillotina, horror, a estas alturas de la liga. En fin, que, aunque las armas sigan siendo elementos imprescindibles, “si vis pacem, para bellum”, yo nunca me llevé bien con ellas. Cómo me vería el teniente con el fusil en las manos, que al momento me dijo: “Médico: tú vete a la compañía a poner los nombres en las cartillas del tiro”. ¿Recuerdo del balín que cuando niño me metieron en el cuello con una escopeta pajarera? Es posible. ¿Influencia, tal vez, de la espada de San Bartolomé, con la que el ...

YO TAMBIÉN TRABAJÉ EN UN COMERCIO

YO TAMBIÉN TRABAJÉ EN UN COMERCIO Agapito Gómez Villa A punto de cumplir el siglo de vida, acaba de morir Santiago Grisolía, uno de los científicos más relevantes que ha dado España. Discípulo de Severo Ochoa que fuese, el profesor Grisolía también realizó toda su labor investigadora en los EEUU, ay. Ahí te quería yo ver. Aquella vez que estuve en Cambridge, sentí una grandísima envidia cuando, en el transcurso de una conferencia, me vi acorralado por las miradas de decenas de premios Nobel de disciplinas científicas, cuyas fotos parecían decirme: “Pa que se lo digas a la gente de tu país”. Y se lo dije, nada más llegar. En estas páginas escribí un artículo cuya tesis era mi dolida lamentación por la ceguera secular de los gobernantes españoles, a este respecto. Decíales que, del mismo modo que los británicos crearon dos de las más gloriosas universidades de la historia, Oxford y la mentada Cambridge, España bien pudo haber hecho algo parecido, pues que...

PREPÁRENSE PARA EL APOCALIPSIS (publicado en HOY el 31-7-22)

PREPÁRENSE PARA EL APOCALIPSIS Agapito Gómez Villa “Ojalá que llueva café en el campo”, dice la hermosa canción de Juan Luis Guerra, lo cual que estoy a muerte con J. M. Zapata, el buen tenor y divertido comunicador, cuando dice que “sin la música, la vida sería un coñazo insoportable”, bravo, maestro, prueba manifiesta de mi total desacuerdo con el penúltimo genio de las letras españolas, el gran Camilo J. Cela, que odiaba directamente la música, siendo como era un músico prodigioso: “Mazurca para dos muertos” no es otra cosa que pura música: la música de las palabras, mucho más sonora que la inaudible “música de las esferas” de los clásicos. Ojalá que llueva café, decíamos. Como eso es bastante improbable, se suprime lo del café, y la cosa nos queda a pedir de boca: Ojalá que llueva. Eso es. Ojalá que llueva pronto y en abundancia; a ser posible a cántaros (loado sea por siempre nuestro Pablo Guerrero). De lo contrario, ya pueden ustedes irse preparando...