DE ESPADAS Y SABLES
Agapito Gómez Villa
La que han montado con la espada de Bolívar, que no es espada, “stricto sensu”, sino un sable como la rama de un pino. Espada, lo que se dice espada, la del Cid; o la de San Bartolomé, tal que luego se verá. Qué razón tenía el sabio que ahora se jubila, Juan Manuel: “Que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet”. Impresionante premonición. Sólo un psicópata de libro, aunque diputado, es capaz de pedir la guillotina, horror, a estas alturas de la liga.
En fin, que, aunque las armas sigan siendo elementos imprescindibles, “si vis pacem, para bellum”, yo nunca me llevé bien con ellas. Cómo me vería el teniente con el fusil en las manos, que al momento me dijo: “Médico: tú vete a la compañía a poner los nombres en las cartillas del tiro”. ¿Recuerdo del balín que cuando niño me metieron en el cuello con una escopeta pajarera? Es posible. ¿Influencia, tal vez, de la espada de San Bartolomé, con la que el santo le cortaba la mano al niño que osaba levantarle la suya a su madre? “San Bartolomé te cortará la mano”, me decía la mía, más buena que el pan. Lo cual que el otro día voy a su ermita, misa por un difunto, y allí me lo encuentro, tan hierático como siempre, espada en la diestra y un libro en la siniestra: ¿la letra con sangre entra; o un adelantado de “Las armas y las letras” de Trapiello? Cómo es posible que siendo uno de los doce -pensé- este hombre no se enterase de lo que dijo su Jefe nada más pegarle la oreja al soldado que Pedro (un particular por entonces) acababa de desorejar de un tajo. Lo dijo muy clarito: “Quien a hierra mata, a hierro muere”. Por cierto, ¿qué hacía Pedro con una espada?
Sí, ya sé que lo de la espada del apóstol es una cosa simbólica -¿de qué?-, incluso estética, tal que lo es la pistola para James Bond. Con la diferencia de que el Agente 007 tenía licencia para matar y San Bartolomé no tenía ni permiso de armas siquiera, al menos no consta en los evangelios. El que estaba en posesión de ambos documentos, licencia y permiso, era don Simón (Bolívar), que por lo visto se puso ciego de matar a todo el que no fuese de su cuerda. No con el sable, claro, sino con armas de fuego. Pero no me digan que no queda más elegante el sable que la pistola, a la hora de hacerle un retrato o una estatua al personaje. ¿Se imaginan pistola en mano a don Simón? La estética, ya digo. De ahí la persistencia del sable en la milicia actual (recuérdese la boda de cualquier oficial).
Además, yo creo que le llaman espada al sable para poder decirle espadón al militarote golpista. Es que lo otro resultaría muy feo: ¡sablista! Aunque, ojo al parche, hay otra acepción de espadón no tan viril: ¡castrado!
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...
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