Sí, ya sé que a toro pasado se torea muy bien: puede uno adornarse con la tranquilidad de no ser empitonado y tal. Pero les aseguro que lo de hoy no lo glosé hace tiempo, no por causa del miedo, es que uno no puede estar en todo. Hará como unos veinticinco años, mi compadre se compró un pegujal (al diccionario) de tierra, plagado de hermosas y selváticas escobas, y ni corto ni perezoso se fue en cata de uno de los escoberos de toda la vida (mi padre fue escobero), y se encontró con la siguiente respuesta: “¡Escooobas!” (léase: ¡a buenas horas!). Total, que mi compadre tuvo que arrancar las escobas él solito: no encontró a nadie dispuesto a tan ardua tarea, ni por un buen jornal. Cuando me enteré de la cosa, sentí como un cierto alivio: al fin, un escobero se permitía el lujo de decir no a las escobas, con las que tanto hubo de penar en su tiempo para dar de comer a la nutrida recua de hijos. Además, al hombre le faltaba poco para dejar de cobrar el paro, por la inmine...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa