Hoy, la cosa tenía que ir, en
exclusiva, sobre lo que reza en el título y tal, pero la sangre no me deja
pasar por alto el ‘puertohurraco’ de anteayer en Denver, ya saben: un loco haciendo
de tal provoca una masacre (dejemos la ‘matanza’ para otros menesteres) en un
cine. Tal que vengo haciendo desde entonces, cada vez que la ocasión lo
propicia, procuro zaherir sañudamente a los
cretinos informadores, tantos, que achacaron lo nuestro al subdesarrollo
de la tierra. Ahí tenéis un ‘puertohurraco’ desarrollado, so memos, que sois unos
memos. Ustedes perdonen el tono, pero es que aquellos ignaros de la prensa, la
de tirada nacional mayormente, hicieron mucho daño a esta tierra, que es la
mía, a mucha honra.
Bueno, vayamos pues a lo que nos
concierne: el albañil psiquiatra, o sea.
El profesor Senabre, esa luminaria de las
letras hispanas (¿cómo ese hombre no es aún académico, siéndolo Juan Luis
Cebrián?), que durante algunos años nos honrara con su docta presencia, como
fundador/profesor de la Facultad de letras de la UEX, anda por ahí dictando una
asombrosa conferencia, intitulada “La demolición de la enseñanza”. El documento
(ha sido plasmado en papel) no tiene desperdicio. Le da una pasada en pelo a todas
y cada una de las sucesivas mesnadas de gobernantes, que, ayudados por los
técnicos en la materia (‘los Marchesi’ fueron deletéreos), han llevado la
educación a niveles de sonrojo, de bochorno más bien. Así, a bote pronto,
recuerdo dos perlas, de bisutería, pero perlas al fin y a la postre. Una, la del
alumno que, teniendo que completar el espacio en blanco subrayado, escribió que
Carlos V murió en ‘fermo’. Pa morirse. La otra es la de la del profesor universitario
que durante algún tiempo fuera a la vez concejal de limpieza, o de obras o de
lo que sea. Agárrense que vienen curvas: en el currículum, dicho tiempo computa
igual que una monografía científica, o haber dirigido algunas tesis doctorales.
Pa matarse.
Y aquí es donde entra mi amigo el albañil
(pongamos que era albañil para no molestar a nadie, que a lo mejor era carpintero).
Estaba yo comentando, primeros años ochenta, el abandono secular de la atención
al paciente psiquiátrico y de las instituciones dedicadas a ello. Por si
faltase algo para el duro, acababa yo de acompañar al dermatólogo titular de la
diputación, reclamado que fuera por episodio de sarna en el pabellón de mujeres
‘psíquicas profundas’, del hospital Psiquiátrico de Plasencia. El espectáculo
no pudo ser más pavoroso, yo que me creía curado en salud, acostumbrado que
estaba a la patética visión de la prisión provincial de Cáceres (la vieja).
Pues bien, en esto que interviene mi amigo el albañil, o carpintero, y va y
dice que eso mismo se había tratado en el ultimo congreso nacional de
psiquiatría. “¿Y tú qué hacías en ese sitio?”. “Yo estaba como diputado-delegado
de sanidad, por parte del psiquiátrico de Plasencia, que es nuestro”. “Ah”.
En fin, que ahora que mucha gente sensata se
pregunta cómo hemos podido llegar al marasmo social actual, me acuerdo mucho
del banderillero al que le preguntaron que cómo había llegado a ser gobernador
civil: “Degenerando”, dijo. El profesor-concejal, el albañil-psiquiatra son la
versión moderna de la degeneración socio-cultural propiciada por quienes
ustedes y yo sabemos. Pa matarlos.