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Mostrando entradas de mayo, 2013

Maestro a los diecisiete

  En esto que iba yo paseando con mi amigo Santiago, cuando de pronto me quedé de una pieza. Fue cuando me contó que a los diecisiete años, saliendo de los Cuatro Lugares, su padre lo llevó no a conocer el hielo, como al personaje de “Cien años de solidad”, sino a un ignoto pueblo de la sierra de los Ancares, parte leonesa, a tomar posesión como maestro interino. Mi estupefacción no fue por lo remoto del territorio, reducto último del lobo del Hombre y la Tierra, del gran Rodríguez de la Fuente, ni por que hubieran de hacer dos horas a caballo desde la estación del tren hasta el destino final, ni por que le dijeran, recién llegados, que las nevadas invernales dejaban al pueblo (poblado de chozas célticas más bien) sumido en el más absoluto aislamiento, ni tan siquiera por la corta edad de mi amigo Santiago, pues que en aquel tiempo, el hecho no era infrecuente: acabado el cuarto y reválida con catorce, le añadías los tres de magisterio, y a los diecisiete te podías plantar en l...

Una noche en la celda

   Lo dijera cierto ciudadano, al que un día se le fue la mano con uno daba la casualidad que era el alcalde del pueblo, cuando saliera de pasar una noche en prisión: “No se lo deseo ni a mi peor enemigo”. “Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo” (no me hablen hoy del Bernabéu y sus postes, por favor), dijo Juanito, en su italiano mejorable. Imaginen cómo serán los ‘minuti’ de una primera y oscura noche entre rejas: “de piedra”, que dijera Aute de las horas. Nada que ver con la “Noche oscura” de San Juan de la Cruz, a pesar del parecido. Tengo escrito que la pena de prisión no supone el mismo castigo para todas las personas (les recuerdo que fui médico de la institución durante una década), pero la primera noche, ay, es la primera noche. Cómo será la cosa que para esos primeros días existe un protocolo de actuación para evitar el suicidio, riesgo que suele ser máximo en ese tiempo. Cuando la pesada chapa de la puerta se cierra por fuera con un cerrojo de tamañas dim...

Alfredo Landa y los críticos

      “Los críticos deben sufrir”, dice Pablo Neruda, poniéndome el asunto en refulgente bandeja de plata: les da un repaso que los deja tiritando, y mira que era hombre templado don Ricardo Eliecer Neftalí. Umbral también los pone guapos. Dice que los críticos sólo se leen la solapa del libro, y aprovecha la solapa para zaherirlos: la tienen puerca de fideos (las solapas de la chaqueta). Es el caso que yo empecé a ignorar a los críticos a propósito de una película, “Amanece que no es poco”, tiempos en los que los periódicos clasificaban la calidad de la obra con estrellitas, y mira tú por dónde, a referida cinta siempre le ponían un par de ellas, o sea, regular, aceptable, tirando a buena, siendo como es una obra maestra que cada día tiene más adeptos, a tal punto, que hoy, 24 años después de su estreno, existe un selecto y creciente club de admiradores de la misma: “Amanecistas” se llaman. Me llena de orgullo y satisfacción (de qué me sonará a mí esto) hab...

La vida por una pensión

   Alfredo Sáenz, alto ejecutivo, recién retirado, del banco Santander, cobrará una pensión de 88 millones de euros. Eso, pensé, no lo gana en un mes el cirujano que estuvo el otro día diez horas, aquí en el Infanta Leonor (habrá que ir pensando en el cambio), operando a un familiar mío. Claro que la labor de cualquier ejecutivo de la banca es mucho más importante, dónde va a parar, que la de un cirujano, me dije a continuación. Y no digamos si la comparamos con un humilde médico de cabecera, como este particular. A las pruebas me remito, léase emolumentos, que ni eso tenemos los médicos, ni tan siquiera honorarios, con lo bonitas que son esas palabras: una simple nómina y pare usted de contar. Claro que para sí la quisieran, la nómina, los seis millones y pico de parados, que llegaremos a los siete, ay, y los pájaros seguirán cantando.   Sin embargo, no son euros todo lo que reluce; quiero decir que las cosas no han sido tan sencillas. Por lo visto, lo que le corr...