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Mostrando entradas de agosto, 2014

La gran decisión

   No confundir con “La gran evasión”, mítica y trepidante y apasionante película de hace un siglo, medio por lo menos, en la que trabajaba (así se decía en mis antaños) el gran Richard Attenborough, recién muerto a los noventa. Me refiero a la desgarradora decisión semanal del tema a tratar en esta columna. Digo ‘desgarradora’ porque, siendo mucha la mies, no hay más remedio que decidirse por uno, en detrimento de los demás. Hay semanas, empero, en que la cosa está clara desde un principio. En efecto, eso es lo que me ha pasado en la presente, en cuanto saltó la impactante noticia. Me refiero, claro es, a la inmisericorde sanción impuesta a Simeone por las cariñosas collejas que le propinase al cuarto árbitro en la trepidante, apasionante, final de la Supercopa, ese pedazo de torneo, cuyo prestigio ya roza el de la Champion: ocho partidos sin poder dirigir a su equipo desde la banda, qué barbaridad. Ocho partidos por una simple “falta de compostura ante un superior”, que ...

Ríos milagro

    La primera vez que lo pensé fue aquella tarde, recién llegados a Riga, la capital de Letonia, ciudad conocida por los estudiantes de bachillerato (los del bendito bachillerato antiguo), porque en ella se suicidó Ganivet, aquel pensador y diplomático español, precursor de la movida intelectual del 98, siglo XIX, claro. Bueno, al grano, que me pierden las digresiones. Resulta que, nada más llegar, última semana de julio, nos cayó una manta de agua de padre y muy señor mío, lluvia nada infrecuente en los veranos bálticos, a juzgar por el verdor primaveral circundante. Así cualquiera, pensé, refiriéndome al anchuroso río, que divide en dos la ciudad: la París del Norte. Este río no tiene ningún mérito; para mérito, el de los ríos españoles en verano, le comenté a alguno de los compañeros de viaje. ¿Qué? Lo que te he dicho.     La primera vez fue en Riga, ya digo, pero después lo he pensado y lo pienso siempre que cruzo el Guadiana a su paso por Badaj...

Inmigrantes subsiberianos

      Como cada verano, huyendo del insoportable calor de Marraquech, cogemos carretera y manta y nos trasladamos toda la familia a nuestra bella ciudad costera y norteña, o sea, Tánger, cuyo clima, dulcificado por la mar atlántica, es una delicia. Ya no me sorprende, claro es, pero al principio me costaba trabajo hacerme a la idea de que aquellas montañas que se ven enfrente pudieran corresponder a otro continente, el sur de Europa, a España para ser más exactos. Y eso que mi padre, siendo yo niño, me lo señalaba en el mapa: mira lo cerca que están ambos continentes. Lo mismo hice yo con mis hijos y hago ahora con mis nietos: ahí enfrente tenemos dos ciudades, que de vez en cuando nos las quieren quitar los españoles, pero que son nuestras y muy nuestras desde mucho antes de que existiera la nación española: la una se llama Tarifa y la otra Almuñécar, que son esos lugares por donde se cuelan a territorio marroquí montones de muchachos europeos, subsiberiano...

Terrorismo informativo

TERRORISMO INFORMATIVO       Agapito Gómez Villa    Lo dijo el otro día uno de los que intervienen en esas  tertulias repletas de sabios (saben de todo, los jodíos), hablando que estaban del virus de moda, el Ébola, o sea: "En cuestiones de sanidad, los periodistas con frecuencia hemos hecho terrorismo informativo, sólo hay que recordar la que montamos con las vacas locas". Y con el sida, añado yo, que hubo un tiempo en que no había otra cosa que sida y más sida, todas las calles llenas de sida. Con el asunto de las vacas locas, a punto estuvieron de acabar con la cabaña vacuna del país, y con las aves carroñeras, que se vieron obligadas a volar a territorios remotos, cuando no a lanzarse sobre las vacas recién paridas, para buscarse el sustento. Con el sida, le faltó el canto de un duro para que todos terminásemos en el cementerio. El último grito de terrorismo informativo-sanitario fue el de la gripe A, pandemia que iba a asolar al género hu...

La verdad sobre el caso Pujol

    Sé que están ustedes esperando que les cuente la verdad, la auténtica, sobre las causas de la confesión de Pujol, y no esa sarta de sandeces que los sabios/s de las tertulias radiotelevisadas han vertido sobre el particular. Gracias por su confianza.    Ni investigación de la UDEF (“qué coños es la UDEF”, contestó don Jordi a una periodista), ni inspección de la agencia tributaria; ni filtración periodística, ni ocho cuartos. Lo que en realidad ha sucedido, paso a glosarlo a continuación, tal cual, y que, como en tantas ocasiones en esta vida, fue fruto del más puro azar.     A pesar de sus ochenta y cuatro, el señor Pujol no para en rama verde: siempre tiene algún acto que presidir. Pues bien, a pesar de lo cual, ya digo, una ociosa mañana que le diera por entrar en la biblioteca (una vez dijo no tenía tiempo para leer), de repente se quedó clavado y absorto en el rincón donde yacen dormidos los libros de su juventud, en uno de los ...