Y dijo Franco: “Gibraltar no merece la vida de un solo soldado español”. Y así fue. Lo cual me parece una cosa impresionante, viniendo de un señor al que nunca le tembló la mano a la hora de firmar sentencias de muerte, garrote y prensa, al tiempo que se tomaba un bizcocho con chocolate. Lo cuenta tal cual don Pedro Sainz Rodríguez, ministro de educación que fuera, el primero, en plena guerra, que por eso le dimitió (le dimitió por las sentencias, más que por el chocolate). Comparo lo de Gibraltar con la ristra de muertos que en pos de la independencia de su tierra han dejado los chicos de la gasolina de Arzallus -¿dónde se habrá metido semejante sinvergüenza?-, y no me salen las cuentas. Y más aún: si lo comparamos con lo de hoy en Cataluña, que se escribe con eñe, ¡como España!, llegamos a la conclusión de que aquello fue una sanguinaria locura sin sentido. Dicho lo cual, ¿qué pensará el sinvergüenza de Arzallus cuando vea que Cataluña (con eñe,...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa