Escucho en la radio a uno de los
sabios de tertulia que pontifican de todo, que ya quisiéramos los españoles parecernos
a los ingleses, que están tirando las islas británicas por las ventanas para celebrar/conmemorar
el centenario, el cuarto, de la muerte de su gran dramaturgo, William Shakespeare,
que se produjo, oh, casualidad de casualidades, el mismo día, hora arriba o
abajo, que lo hiciera nuestro Miguel de Cervantes, y no como nosotros, que le estamos
haciendo una faena de aliño al más insigne de nuestros escritores. Pues bien,
se conoce que alguien con mano en el Congreso de los Diputados y Diputadas
escuchó aquello y “quitándose las botas, se dijo: ésta es la mía”. Y sin
encomendarse a Dios ni al diablo montó un pollo cervantino en el hemiciclo: una
patochada de molde, escuché luego a otro sabio de tertulia.
Digo lo de Dios y el diablo porque a poco que hubiera hablado con alguno
de los dos, el bochornoso espectáculo no habría tenido lugar. En esto que
aparece uno que se hacía pasar por Cervantes, el cual, puestas sus posaderas en
el sillón de la presidencia, empieza a soltar simplezas y bobadas, hueras de
toda gracia e ingenio, absolutamente indignas de su representado: “Yo escribí
el Quijote en dos mañanas y a una mano y ustedes que son 350 pares de manos, no
‘habéis’ sido capaces en cuatro meses de echar una firma para formar un
gobierno”. Y luego, claro, tratándose de un miembro del espectáculo, no podía
faltar su mantra predilecto: el IVA. Aunque al tonto se le acabe la vereda, el
tonto sigue. Pues eso, acostumbrados a sacarle a relucir al ministro de turno
lo del IVA cultural, como viera que estaba allí presente el señor Méndez de
Vigo, cual si se tratase de la entrega de los Goya, va y le espeta lo del IVA. Ni
siquiera sabe el pobre Cervantes actual que el ministro está atado de pies y
manos, que eso es lo que significa estar en funciones. Lo único que habría
hecho falta es que hubiese hablado del IVA que pagaron por “El celoso
extremeño”, un suponer, los españoles de su tiempo. Luego, para seguir con las
gracietas, como no podía faltar la canción de moda, se le ocurrió otra
ingeniosidad: “¿Qué queréis. Que registre el Quijote en Panamá?” No me digan
ustedes que no es gracioso. Ahora bien, lo que no le perdono por nada del mundo
es la falta de respeto a la sintaxis: ese “ustedes… no ‘habéis’” es
intolerable. Sí ya sé que eso es un ‘andalucismo’ y que Cervantes vivió y
sufrió largo tiempo en Sevilla, pero jamás encontraremos algo así salido de su
pluma.
Y para rematar, un tío llorando. Cuando Tejero, acompañado de su banda
borracha (Manuel Vicent dixit), entró en el Congreso pistola en mano, alguna
televisión de alguno de los países bárbaros del norte de Europa habló de
guardias vestidos de toreros, qué sabrán ellos de España, los pobrecitos, si
están recién llegados a la civilización. Ni pensar quiero siquiera lo que
habrán dicho cuando hayan visto al cantaor Miguel Poveda llorando justo en el
mismo sitio donde Tejero pronunciase su conminativo: “¡Quieto todo el mundo!”
Me juego lo que quieran a que el tío que hacía de Cervantes, no era
Cervantes.