Tuve yo un amigo (se me murió) que, ni siquiera en los muy dramáticos momentos (e incluso trágicos) que hubo de vivir, y fueron muchos, perdió jamás la compostura. Era, sí, una persona excepcional. Amable, sensato, moderado, generoso, educado: un caballero verdadero. Se pueden ustedes imaginar lo que supuso para mí verlo con la cara desemblantada, profiriendo insultos y amenazas, tal que un hooligan cualquiera. Ahí quería yo llegar: es que la escena tuvo lugar a orillas de un partido de fútbol rural en el que uno de los contendientes era su hijo adolescente (por aquellos días, el padre de otro muchacho, arrancó el banderín del córner y salió corriendo tras el árbitro; pero aquél había nacido con una tara gravísima: energumenismo congénito). ¿A que ya saben a donde quiero llegar? En efecto, a la bochornosa pelea barriobajera que tuvo lugar, no ha muchas fechas, en un lugar de Mallorca, entre los padres de niños que jugaban al fútbol. Qué vergüenza. Aunque, a ...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa