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Del carnaval y sus ofensas


                             DEL CARNAVAL Y SUS OFENSAS

 

                                         Agapito Gómez Villa

 

  “Aparecen muertos con un tiro en la nuca todos los intervinientes en la actuación que hace unos días ganó el certamen del carnaval de Las Palmas. Se sospecha de un grupo católico integrista. Al parecer, sería la respuesta por la ‘intolerable trasgresión blasfema’ con que fueron tratados la Virgen María y Cristo Crucificado.”

   Tranquilos, tranquilos.

No sé qué maña me doy, pero el caso es que siempre me toca a mí “descubrir” la cara amable de las cosas. Será porque las otras caras, las menos amables, me producen cierto grado de desagrado, y ya se sabe que el desagrado es una forma ‘minor’ de sufrimiento, y “el sufrimiento no sirve para nada, ni siquiera para crear”, que dijera Alberto Moravia, trasgresor a su manera. Me refiero a la escandalera que se ha montado con el/la triunfadora del carnaval de Las Palmas, todo lo cual se podría resumir en las palabras (luego matizadas con el Spanair siniestrado/olvidado) del obispo del lugar: “El día más triste de mi vida en el archipiélago.”

   ¿Que cuál es la cara agradable del asunto? Cuál va a ser. Que tenemos una religión tan tolerante (tenemos: no he apostatado), que puede con todo: con blasfemias, injurias, insultos, burlas, vejaciones. Con todo. Es que, de lo contrario, no sería una religión como Dios manda. ¿O les hubiese parecido mejor lo otro? No creo que sea necesario que les recuerde que “lo otro” aconteció, no ha mucho, en Francia, por algo menos ‘ofensivo’, desde mi punto de vista, claro: unas caricaturas de Mahoma. Los vengadores del profeta se presentaron en la redacción de la revista y masacraron a todos los presentes: doce.

  En fin, que parece que al personal le gusta bastante investirse de la Virgen y de Cristo. El Drag Sethla, o como se diga, irrumpió en escena a los acordes de una canción rezante de Madonna. Pues bien, la misma Madonna ya saliera en su momento ataviada a la guisa de la Virgen. Y también mi adorada Lady Gaga. Y la ebúrnea Beyonce. Pero no sólo a ellas les va la marcha ‘religiosa’. El mismísimo Valle-Inclán habla, “Fin del carnaval”, de “Mitrados ensabanados/Mitras de papel”. Y, claro es, sin olvidar al gran azote de lo eclesial: Buñuel y sus esqueletos vestidos de obispos con gorro de obispo. O sea, que la imitación/transgresión religiosa no parece privativo del carnaval.

  Ahora bien, no dejo de preguntarme qué hubiera pasado si le televisión hubiera recogido lo que este particular presenció, tiempo ha, en el Gran Teatro de Cáceres, primeros San Pancracio, la gala de premios del cine (dejé constancia en estas páginas): nada más zafio, burdo, bochornoso, deleznable, deplorable, abominable, horroroso, repugnante, repulsivo. Uno de los integrantes de un grupo ¿humorístico? de cuyo nombre ni quiero acordarme, salió crucificado, pero luciendo unas ubres cual vaca recién parida, con su correspondiente cornamenta, claro. Ni que decir tiene que, ante tamaña pestilencia estética, salí huyendo despavorido. Al menos lo de Canarias fue artísticamente agradable, vistoso.  

  Ah, se me olvidaba: dicen que los fiscales andan estudiando si la “blasfema transgresión” canaria pudiera ser constitutiva de delito: por ofensa a los sentimientos religiosos y todo eso que se dice. Yo les adelanto que el asunto quedará en nada. A ver cómo se mide un sentimiento religioso ofendido. ¿Con un ‘ofensiómetro’?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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