Ustedes saben de mi fascinación por las grandes obras de ingeniería. De ahí mi alegría y contento cuando me enteré que el padre de Neruda, a los puentes no les llamaba puentes, les llamaba obras de arte. Con un par. O cuando me encontré con la elegía que el paisano de Joaquín Sabina (¡Princesa de Asturias, ya!), de Antonio Muñoz Molina hablo, dedica, “La noche de los tiempos”, a uno de los puentes que enlazan Nueva York con el mundo. Siguiendo por ahí, les recuerdo mi artículo titulado “Me gusta pagar impuestos”, tal es la dignificación personal que me invade cada vez que atravieso los grandiosos puentes de las autovías que atraviesan el Tajo y el Almonte (los cuatro: los que van a Salamanca y los que van a Madrid, tanto da), en uno de los cuales fue utilizada una novísima técnica de construcción, cuya maqueta puede verse...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa