EL AGUA Y LA ESCALERA
Agapito Gómez Villa
Nada más aterrizar en Londres, he venido a ver cómo va lo del Brexit (no sólo en España hay políticos insensatos), me entero por este periódico (no me digan que no es cosa de magia poder leer el HOY en cualquier lugar del mundo), de una noticia extraordinaria, extraordinaria para los que vivimos apasionados, claro, por los conocimientos y avances científicos: los japoneses han demostrado la existencia de agua en las muestras provenientes de un asteroide de medio kilómetro de largo y trescientos metros de ancho, que obedece al nombre de Itokawa. El descubrimiento tiene, al menos, dos aspectos impresionantes: uno, la confirmación de la teoría que dice que el agua de la Tierra llegó de los espacios exteriores, de dónde si no, a bordo de millones de esos cuerpos celestes, en los primeros tiempos de nuestro planeta; y dos, que dado que el agua es elemento imprescindible para la existencia de la vida, su presencia por ahí fuera incrementa las esperanzas de encontrar alguna forma primigenia, cuando menos, de entes vivientes lejos de aquí.
Con el agua extraterrestre en la cabeza andaba, cuando a la mañana siguiente, subiendo por una escalera de caracol a la Torre de Londres (se llama así porque está aquí, en Londres), de pronto me digo: mira, es 'dextrógira', como la molécula de ADN. Me explico: una escalera de caracol puede girar hacia la izquierda, como la majestuosa del conventual de San Benito, Alcántara, en cuyo caso se dice que es 'levógira', o bien a la derecha, como la empinada y estrecha de la mentada Torre de Londres, denominándosele 'dextrógira' en tal caso. Y aquí viene lo bueno. El ADN, la molécula más extraordinaria que ha producido el universo, la depositaria de la información genética de todos los seres vivos que sobre la faz de la tierra son o han sido, tiene una estructura comparable a una escalera de caracol, pero con una singularísima particularidad: ¡es dextrógira! Dicho de otra manera: no existe ni ha existido ser vivo con al ADN 'levógiro'. La causa no se me alcanza, pero así son las cosas (la Tierra gira de izquierda a derecha, pero no hay ninguna razón para que no hubiera podido ser al revés).
Y aquí viene lo mejor, o sea, lo más grandioso, sí. Empeñada como está la sonda Curiosity en encontrar alguna forma de vida, microscópica, claro, en Marte, si el ADN de la misma fuese 'dextrógiro', según los biólogos dedicados a la materia, no habría ninguna duda: la vida terráquea y la marciana habrían tenido un origen común. Luego, los meteoritos se habrían encargado de transportarla de un sitio a otro.
Ya sé que sería una afrenta muy grande para aquellos que todo lo ven en clave política, que los hay, vaya que si los hay: que toda la vida del sistema solar esté basada en una molécula, el ADN, ¡girada a la derecha! Pues bien, para que estén tranquilos, voy a darles una buena noticia. Para llevar a cabo su alta misión cósmica, o sea, la síntesis de las proteínas, el ADN trabaja con unos 'ladrillos' llamados aminoácidos, los cuales tienen todos una singular característica común: su estructura es 'levógira', es decir, ¡todos los aminoácidos de nuestro planeta están rotados hacia la izquierda! Váyase, pues, lo uno por lo otro.
Agapito Gómez Villa
Nada más aterrizar en Londres, he venido a ver cómo va lo del Brexit (no sólo en España hay políticos insensatos), me entero por este periódico (no me digan que no es cosa de magia poder leer el HOY en cualquier lugar del mundo), de una noticia extraordinaria, extraordinaria para los que vivimos apasionados, claro, por los conocimientos y avances científicos: los japoneses han demostrado la existencia de agua en las muestras provenientes de un asteroide de medio kilómetro de largo y trescientos metros de ancho, que obedece al nombre de Itokawa. El descubrimiento tiene, al menos, dos aspectos impresionantes: uno, la confirmación de la teoría que dice que el agua de la Tierra llegó de los espacios exteriores, de dónde si no, a bordo de millones de esos cuerpos celestes, en los primeros tiempos de nuestro planeta; y dos, que dado que el agua es elemento imprescindible para la existencia de la vida, su presencia por ahí fuera incrementa las esperanzas de encontrar alguna forma primigenia, cuando menos, de entes vivientes lejos de aquí.
Con el agua extraterrestre en la cabeza andaba, cuando a la mañana siguiente, subiendo por una escalera de caracol a la Torre de Londres (se llama así porque está aquí, en Londres), de pronto me digo: mira, es 'dextrógira', como la molécula de ADN. Me explico: una escalera de caracol puede girar hacia la izquierda, como la majestuosa del conventual de San Benito, Alcántara, en cuyo caso se dice que es 'levógira', o bien a la derecha, como la empinada y estrecha de la mentada Torre de Londres, denominándosele 'dextrógira' en tal caso. Y aquí viene lo bueno. El ADN, la molécula más extraordinaria que ha producido el universo, la depositaria de la información genética de todos los seres vivos que sobre la faz de la tierra son o han sido, tiene una estructura comparable a una escalera de caracol, pero con una singularísima particularidad: ¡es dextrógira! Dicho de otra manera: no existe ni ha existido ser vivo con al ADN 'levógiro'. La causa no se me alcanza, pero así son las cosas (la Tierra gira de izquierda a derecha, pero no hay ninguna razón para que no hubiera podido ser al revés).
Y aquí viene lo mejor, o sea, lo más grandioso, sí. Empeñada como está la sonda Curiosity en encontrar alguna forma de vida, microscópica, claro, en Marte, si el ADN de la misma fuese 'dextrógiro', según los biólogos dedicados a la materia, no habría ninguna duda: la vida terráquea y la marciana habrían tenido un origen común. Luego, los meteoritos se habrían encargado de transportarla de un sitio a otro.
Ya sé que sería una afrenta muy grande para aquellos que todo lo ven en clave política, que los hay, vaya que si los hay: que toda la vida del sistema solar esté basada en una molécula, el ADN, ¡girada a la derecha! Pues bien, para que estén tranquilos, voy a darles una buena noticia. Para llevar a cabo su alta misión cósmica, o sea, la síntesis de las proteínas, el ADN trabaja con unos 'ladrillos' llamados aminoácidos, los cuales tienen todos una singular característica común: su estructura es 'levógira', es decir, ¡todos los aminoácidos de nuestro planeta están rotados hacia la izquierda! Váyase, pues, lo uno por lo otro.