Ir al contenido principal

MAGDALENA Y PABLO

    DOÑA MAGDALENA Y DON PABLO

      Agapito Gómez Villa


   El domingo pasado prometí dedicarle una columna enterita a nuestra paisana, la ministra Magdalena Valerio, pero no hay manera. De repente, ha saltado por las bardas (no barbas, ojo) de su mansión de Galapagar, Pablo Iglesias, persiguiendo a Amancio Ortega, y se me ha descuadrado el artículo. No obstante, haré lo que pueda.
  Se trata de que, aprovechando la reciente obligatoriedad de los trabajadores de fichar a la entrada y salida del trabajo, éste sería buen momento para meterles el cuerno a ciertos funcionaros públicos, a los vagos y sinvergüenzas, claro (en la empresa privada, allá cada empresario): a aquéllos a los que les paga el erario público para que atiendan como Dios manda a los usuarios y van los tíos y los tratan a batacazo limpio.
  Usted, doña Magdalena, probablemente no sepa lo que es un pulsioxímetro. Consiste en un sencillo dispositivo mediante el que, al simple contacto con el pulpejo de un dedo, te da al instante dos parámetros: las pulsaciones y el nivel de saturación de oxígeno en sangre. Pues bien, se trataría de fabricar un aparatito parecido con el que, dopamina mediante, una hormona relacionada con las emociones, nos diría al momento cuál es el grado de agrado o desagrado que tiene el funcionario. Pues bien, del mismo modo que el funcionario que no cumpla el horario, debiera dejar de cobrar el tiempo hurtado a la administración, ¿o no?, aquel que llegue al trabajo cargado de mala leche, se le debería rebajar el sueldo en función del nivel de dopamina en sangre: a menos dopamina, menos jornal. Y si llegase el caso, habría de ser suspendido de empleo y sueldo. Me ha entendido, ¿verdad? Así que ya lo sabe, señora Valerio: en un viernes 'social' cualquiera, saca usted la normativa y punto en paz.
  Ahora voy con Pablo.
  Pablo es un pobre hombre (sí, aunque viva en una mansión de rico), que no sabe dónde tiene la mano derecha. Es un analfabeto funcional que sabe cuatro cosas aprendidas en libros escritos por cuatro filósofos piorreicos, llenos de odio y resentimiento. Y claro, de ese tipo de lecturas solo puede salir un demagogo. Como Pablo, que es un demagogo de molde. Y un ignorante. Total, que llevado por la demagogia que le habita, no se le ha ocurrido otra cosa que criticar de modo acervo a un señor, Amancio Ortega, que habiéndose hecho una fortuna gracias a su trabajo (tú no has dado un palo al agua, Pablo), va y dona a la sanidad pública cientos de millones para la investigación y el tratamiento del cáncer. Mira Pablo, apréndetelo de una vez: el erario público es incapaz de llegar a todas partes (¡si en la comunidad de Madrid, por ejemplo, los dos millones de personas que nunca utilizan la sanidad pública, se incorporasen a la misma, el sistema se colapsaría al instante!), y una de esas partes es el carísimo aparataje que cada día es inventado para el bien de los enfermos.
  Por si no lo sabes, tú qué vas a saber, el gran Valentín Fuster se presentó un día en la oficina de mi amigo Antonio Núñez cuando era vicepresidente de Mapfre, a buscar financiación para el CNIC: Centro Nacional de Investigaciones Cardiológicas del que es director. Y no se le cayeron los anillos. ¡Demagogo!


 

Entradas populares de este blog

MUFACE Y LA MINISTRA IGNORANTE

Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...

DE LOS ALERTEROS Y LOS POLÍTICOS

Se han pasado el verano acojonando al personal con alertas por la caló (les gusta más una alerta roja que a un tonto una tiza), y para una vez que han podido lucirse, la DANA valenciana, ha pasado como en el cuento del lobo. Me refiero a los saltimbanquis/as que han convertido una ciencia, la meteorología, en un espectáculo circense, que lo único que les falta es comenzar sus intervenciones como aquellos genios que hubo: “¿Cómo están ustedeeees?” Tendrían que aprender del profesor Jorge Olcina (COPE) y de José Miguel Viñas (Rne), o de Mario Picazo, físicos todos, unos señores que tratan la meteorología con un rigor y una seriedad que da gusto, no como esa pandilla de histriones/as, ya digo, que parece que fueran ellos los hacedores del clima. Así les ha lucido el pelo con la “DANA más catastrófica del siglo”, que es como titulan ‘los otros’ a todas horas, tal que si estuviéramos ya en el 2099. Dice José Antonio Maldonado, físico también, que no entiende por qué se tard...

Dos soles y cuatro lunas

  Pasado mañana, a las doce en punto de la noche, despediremos un año, y un instante después, estrenaremos uno nuevo. Y la Tierra, que es la madre del cordero, sin enterarse de la misa la media. ¿Por qué digo esto? Hombre, está muy claro. ¿Qué es un año? Un año, lo saben muy bien los niños, es el tiempo que pasa entre los regalos de un cumple y los del cumple siguiente. Aniversarios infantiles aparte, un año, como es sabido, es una medida astronómica: el tiempo que la Tierra tarda en completar una vuelta alrededor del Sol, a la módica velocidad de 108.000 km por hora, con lo que dónde coños estaremos cuando acabe de escribir esta columna. (Si a eso le añadimos que el Sol se está moviendo a una velocidad infernal, en derredor del centro de la galaxia, la Vía Láctea, y que nuestra galaxia se aleja como un rayo de las galaxias vecinas, ya tenemos el lío montado. Ah, se me olvidaba decir que la Tierra también gira sobre sí misma. Con todo ese jaleo de movimientos, no me extraña nad...