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EXPULSADA POR LA BANDERA

EXPULSADA POR LA BANDERA

       Agapito Gómez Villa

   La familia de la niña de diez años que fue expulsada de clase por pintar una bandera de España en un trabajo escolar, ha solicitado el cambio de colegio. Los hechos sucedieron, mediados de junio, en un centro de Tarrasa. La maestra, al ver la enseña española, se indignó de tal manera que zarandeó a la pequeña agarrándola del cuello; a continuación, rompió el dibujo y la expulsó del aula, en cuyos exteriores debió de permanecer sola, mientras acababa la clase. Lo cual, que me pongo en el lugar de la pequeña y me entran temblores. Los mismos que me entraron aquel día de mis once años.
    "Vete a tomar por saco", le dije a un compañero, instante en que el maestro nos concitaba a una docena en derredor de la mesa para preguntarnos la lección. Apenas cerrado el círculo, se dirigió a mí como una escopeta, reprendiéndome con tal saña, que recuerdo la escena como uno de los peores momentos de mi vida (ahora mismo, me estoy viendo en el lugar y soy capaz de revivir el sufrimiento de entonces). Y lo peor es que yo no tenía conciencia de haber hecho nada malo. "Vete a tomar por saco" era una expresión aprendida de los muchachos mayores, claro, de cuyo significado no teníamos ni barruntos y que la usábamos a diestro y siniestro, en cualquier momento. Eso era lo que más me dolió, que se me abochornase públicamente por mandar a un compañero a freír espárragos, ya me entienden. Ni en aquellos momentos ni mucho tiempo después supe el significado de la expresión por la que fui condenado: de cuándo a acá lo iba yo a saber: el 'saco' era, para mí, solo eso, un saco: de paja, de hierba, de patatas... Ni pensar quiero siquiera lo que habríame supuesto, niño extremadamente sensible que fui, niño querido por todos los maestros que tuve, que don José me hubiese zarandeado agarrándome del cuello y de esa guisa me hubiese arrastrado hasta las afueras del aula. Me habría muerto de un infarto infantil. Lo cierto y verdad es que aquello me dejó una cicatriz indeleble para los restos. Por eso entiendo el terrible drama que debió de vivir la niña de Tarrasa: no sólo fue reprendida, no sólo vio roto en pedazos su dibujo, sino que fue zarandeada y expulsada. ¡Sin que tuviese conciencia de haber hecho nada malo! ¿O es que a los diez años se puede pintar la bandera española con 'malas' intenciones?
   Lo que parece mentira es que los medios de comunicación hayan pasado de puntillas por un hecho de tamaña gravedad. ¿O no? Incapaz soy de imaginarme la escena en un colegio francés. Aquí, por contra, llevamos tanto tiempo conviviendo con la enfermedad nacionalista (todo nacionalismo es patológico, una sociopatía, por naturaleza), que lastimosamente, ay, ya no nos sorprende nada. Cómo nos va a sorprender lo de la niña y la bandera, si, por causa semejante, el nacionalismo vasco, fueron asesinados varios cientos de personas.
   Lo más triste de todo es que lo de Tarrasa es la "estación termini" del diseño que hace cuarenta años dibujase uno de los tíos más perversos del mundo, Pujol, sin que nadie, cuando se pudo, hiciese nada por remediarlo. Me refiero a los que ahora hacen risitas. ¿Verdad, Felipe; verdad José Mari?
 
 
 

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