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Mostrando entradas de marzo, 2020

EL DOCTOR HERRERA

   Ante la atribulada situación actual, ¿se puede informar sin alarmar? Sí se puede: lo hace a diario el doctor Carlos Herrera (es licenciado en medicina), a cuya consulta derivo a todos los amigos que, ante el incremento de los afectados por el malhadado virus, así como por el creciente número de muertos, me llaman apesadumbrados, buscando la opinión de un médico viejo. A todos les aplico el “imperativo categórico” de Kant en mi versión doméstica (por cierto, don Emmanuel fue un precursor de los confinamientos: nunca salió de su pueblo): “Quiere para los demás, lo que quieras para ti”. Así es: a todos les digo dos cosas: la primera, ni se te ocurra encender la televisión (¡arrepentíos, el fin del mundo está próximo!, parecen decir), salvo para cosas agradables (ayer vi un documental impresionante sobre la cultura Nubia; y otro sobre Leonardo Da Vinci, ‘pa’ morirse); la segunda, tú limítate a escuchar al doctor Herrera y verás qué bien te viene: estarás puntualmente info...

LA PANDEMIA: MINUTO Y RESULTADO

   Andaría yo por la mitad de los años que tengo ahora. Lo cual que, habiendo tenido conocimiento de que en Mérida había un prestigioso traumatólogo, el doctor Escudero (por lo visto, se vino huyendo de las amenazas del coronavirus vasco, la eta), un buen día me presenté en su consulta arrastrando un pierna. “Los movimientos presionan al nervio, que responde con más inflamación, así que métete en la cama un mes y después hablamos”. “¡Un mes en la cama!”, exclamé para mis adentros, bajo los efectos de la ‘ecuación’ de Borges: “De niño, los días son como semanas; de viejo las semanas son como días”. Entonces, yo era más niño que viejo.         ¿Que cómo pude soportar semejante confinamiento? A base de lectura, mucha lectura. Ah, y aproveché asimismo para aprobar una asignatura pendiente: la guitarra. Y de ese modo, aunque no salió un Paco de Lucía, leyendo y rascando (las cuerdas), se me fueron yendo los días.   A cuento de qué viene todo esto...

LA RAZÓN DE PASCAL

     Circula por Italia este ingenioso lema: “A nuestros abuelos les pidieron que fueran a la guerra. A nosotros, sólo nos piden que nos quedemos en casa”. ¡Pascal, Pascal!: “La mayoría de los males le vienen al hombre por no saber quedarse tranquilos en su casa”. La primera vez que lo leí, pensé que el gran genio francés (matemático, físico, filósofo, de todo) había tenido muy mala suerte al enunciar dicha sentencia, pues que, con el devenir de los tiempos, el personal cada vez le iba haciendo menos caso: hasta llegar a anteayer mismo, en que la población mundial no ha hecho otra cosa que viajar, masivamente, del uno al otro confín. Por tierra, mar y aire. Pero mira tú por dónde, una pequeña partícula, a caballo entre la materia y la vida, un virus coronado “de espinas”, ha venido a darle la razón, cuatro siglos después.    En efecto, resulta que, al día de hoy, la única medida capaz de impedir la propagación de dicho virus por toda la faz de la tierra, es ...

EL DON DE LA EBRIEDAD

   Seguro estoy de que este escrito hubiese tenido más tirón, si lo hubiese titulado con el lema que doña Irene Montero, ministra de Igualdad, ha auspiciado/inventado para hoy, Día de la Mujer: “Sola y borracha, quiero llegar a casa”. Pero me ha resultado imposible, de todo punto: me da dolor escribir la palabra borracha. ¿Es que no podían haber escogido otra menos horrísona? Estoy convencido de que así habría sido, si doña Irene, o alguien de su entorno, hubiesen leído “Don de la ebriedad”, obra señera de la lírica española contemporánea, del gran poeta zamorano, Claudio Rodríguez. Vean si no:     “Oh, claridad sedienta de una forma/de una materia para deslumbrarla.../ Si tú la luz te la has llevado toda, cómo voy a esperar nada del alba.” Bonito, ¿eh? Sí, pero qué tiene que ver esto con la mujer borracha. Ahora mismo se lo aclaro:    “Y sin embargo –esto es un don-, mi boca espera,/ y mi alma espera,..,/ ebria persecución, claridad sola/ mort...