Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2020

UNA JUGADA MAESTRA

Lo he glosado aquí en diversas ocasiones: durante los últimos decenios vi a diario el programa de La 1, “Corazón, Corazón”, no sólo por admirar a la impar Anne Igartiburu, “a la que todo le sale adornado”, que dijera Delibes de Umbral, sino por enterarme de cómo iba la vida nacional: Paquirrín y su madre, Ortega Cano y sus hijos y por ahí seguido. De la noche a la mañana, aquel programa tan instructivo, van y me lo cambian por uno de cocina (he dicho cocina, no Corinna, ojo), cuyo presentador era Miguel Ángel Muñoz, un muchacho que me cae de maravillas, desde que lo viera junto a Jesús Calleja por esos mundos de Dios. Y hete aquí que, cuando ya empezaba yo atreverme con la tortilla francesa, de sopetón, me quitan los fogones y me ponen una cosa destinada en exclusiva a seguir las andanzas del Emérito: que si cuentas en paraísos fiscales, que si tarjetas traslúcidas, perdón, opacas, que si defraudaciones millonarias, que si comisiones por aquí, que si donaciones por acullá. Ante lo c...

"ASIGNATURA PENDIENTE"

No, no se trata de la película de José Luis Garci, ese torrente desbordante de saberes (“torrente desbordante de poesía” dice Cela de Neruda). Es el subtítulo de un libro intitulado “Protección a nuestros mayores”, ideado a la sombra negra de aquella “primera ola” que tan sañudamente se ensañase con los ancianos, por un hombre que lo ha sido todo en el mundo de la comunicación, y que ahora es el presidente del Club Sénior de Extremadura. Hablo de Julián Barriga, el mismo que yo escuchase con suma atención en las primigenias tertulias radiofónicas de ámbito nacional. Huelga decir que dicho Club está integrado por extremeños, o afines, de todos los colores, razas y religiones, muchos de los cuales fueron, hasta hace cuatro días, destacados profesionales en sus respectivos oficios. Pues bien, Julián Barriga, conocedor del paño, sólo tuvo que levantar la vista y elegir a un puñado de apóstoles (médicos, biólogos, farmacólogos,..), que ni siquiera necesitaron que el Espíritu Santo les ...

CELA Y EL REY

“De mí se ha dicho de todo: desde que soy un genio, hasta que soy un subnormal”. Cela, lo dijo Cela. Yo pienso como los primeros, claro: uno de nuestros más grandes escritores no puede ser un impedido mental (las excentricidades son un ‘adorno’ del genio; Andrés Amorós: “Es un hombre de educación exquisita”). Pues bien, solamente un personaje como Cela podría haber dicho aquello que dijo, en Estocolmo, cuando lo del Nobel: “Tenemos un rey que no nos lo merecemos”. Toma ya. Amigo de don Juan Carlos que era, casi todo el mundo entendió la magnitud del elogio. No obstante, al momento, otro señor inteligentísimo, además de valiente, Fernando Savater, el hombre que salvó la cara de la intelectualidad ante la ignominia etarra, escribió un artículo tomando la frase por el rabo. Es decir: que los españoles nos merecíamos algo mejor. (Conveniente es recordar que Savater resignó la invitación a los saraos del Campo del Moro, donde se juntaban medio millón de personas. Hasta que este particula...

GISCARD Y LOS PERROS

“Yo, Señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo”, principia confesando Pascual Duarte. Yo, que no tengo motivos, no es que sea un dechado de virtudes, tampoco me tuve nunca por malo. Además, Cela no tenía por qué saber (era muy joven cuando lo escribió), que la maldad, tal que dijera Valery de la sintaxis, es una facultad del alma. Se nace o no se nace con ella. Respecto de lo otro, ya lo dice Sabina: “Sobran los motivos”. Hago este preámbulo para apelar con tranquilidad al proverbio árabe: “Siéntate a la puerta de tu casa a ver el pasar el cadáver de tu enemigo”. Lo cual que aquí me tienen esperando el paso del féretro del penúltimo de aquella hora. Ya pasaron Arzallus y el obispo Setién (lo de la Iglesia, la vasca y la de Roma, ante la ignominia, es como para romper el carnet de cristiano), y, atención, amigos, en estos instantes se acerca el féretro engalanado de Giscard, el hierático y altivo señorito que no movió un dedo cuando la eta, atrincherada en Fran...