No, no se trata de la película de José Luis Garci, ese torrente desbordante de saberes (“torrente desbordante de poesía” dice Cela de Neruda). Es el subtítulo de un libro intitulado “Protección a nuestros mayores”, ideado a la sombra negra de aquella “primera ola” que tan sañudamente se ensañase con los ancianos, por un hombre que lo ha sido todo en el mundo de la comunicación, y que ahora es el presidente del Club Sénior de Extremadura. Hablo de Julián Barriga, el mismo que yo escuchase con suma atención en las primigenias tertulias radiofónicas de ámbito nacional.
Huelga decir que dicho Club está integrado por extremeños, o afines, de todos los colores, razas y religiones, muchos de los cuales fueron, hasta hace cuatro días, destacados profesionales en sus respectivos oficios. Pues bien, Julián Barriga, conocedor del paño, sólo tuvo que levantar la vista y elegir a un puñado de apóstoles (médicos, biólogos, farmacólogos,..), que ni siquiera necesitaron que el Espíritu Santo les infundiera la ciencia: la traían puesta de casa. Ahí van: los catedráticos de Geriatría, Juan Florencio Macías Núñez y de Urología, Remigio Vela Navarrete; el profesor de Patología Infecciosa de la UEX, Agustín Muñoz Sanz; el Intensivista, Eduardo Corchero Rodríguez; la viróloga del Instituto Carlos III, Pilar Pérez Breña; Rosalía Guntín Ubiergo y Cecilio Venegas Fito, de la Real Academia de Farmacia; la gerontóloga, Sabina Camacho Calderón. Y todo ello prologado por otro extremeño de pro: Enrique Sánchez de León, que fuera ministro de Sanidad de Adolfo Suárez. ¿Hay quién dé más?
El resultado ha sido una suerte de biblia sobre la atención integral a las personas mayores. He dicho integral, pero debiera haber escrito atención integral y coordinada, sí. Me explico: tal que se pone de manifiesto en referido tratado, se trata de un asunto muy poliédrico, razón por la cual se hace menester la coordinación de tan múltiples facetas, tanto sociales, cuanto asistenciales.
Dicho lo cual, quisiera aportar un par de pinceladas de mi particular cosecha de médico de cabecera, acerca de los mejores cuidados a tan vulnerable etapa de la “trayectoria vital”, que dijera Julián Marías. Mis ‘mandamientos’, ya digo, se encierran en dos:
Uno: es fundamental que el geriatra sea el eje central de la atención a la vejez; no en vano existe una especialidad como la copa de un pino: la Geriatría. ¿Alguien se imagina la pediatría sin pediatras? Vamos anda. Pues bien: los geriatras son los pediatras de los viejos.
Y dos: no hay mejor ‘medicamento’ para el bienestar de un anciano que un trato afectuoso: de parte de todo el personal de su entorno, claro es. Por eso, me gustaría que me ayudasen a elaborar una frase al respecto: para esculpirla en la fachada de todas las residencias geriátricas. Algo parecido a la que había en el frontispicio de la Academia de Atenas: “No pase nadie que no sea geómetra”. Ahí lo dejo.
Enhorabuena: a Julián Barriga y a los colaboradores.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...