ALONS ENFANTS DE LA 'MATRIE'
Agapito Gómez de la Villa
En cuanto se enteren, los franceses, una vez más, nos ganarán por la mano, maldita sea. Y lo que es más grave: acabarán haciendo suya una grandiosa innovación que es nuestra, muy nuestra. Como hicieran con Picasso, malagueño de nacencia. Me refiero a la felicísima idea de la ministra de Trabajo, doña Yolanda Díaz, que, solucionado el asunto princeps de su ministerio, el paro, ¿o no?, se ha dedicado a arreglar las cosas del lenguaje, de más fuste intelectual que lo otro, dónde va a parar. Doña Yolanda, ha sugerido la conveniencia de cambiar la "pesada carga" de la patria por otra más ligera: la 'matria'. Como lo oyen.
Ya me estoy imaginando la escena. Final balompédica de la presente Olimpiada, España Francia: los franceses cantándole enardecidos a la ¡matrie', mientras los nuestros, como siempre, de brazos cruzados, perdón, de labios cruzados, por no tener una letrita que llevarse a la boca, que incluyese, claro es, el nuevo neologismo, valga la redundancia.
Tal que ha sucedido históricamente a todos los grandes innovadores que en el mundo han sido, doña Yolanda no ha partido de cero (ni siquiera el gran Newton: "Me he subido a hombros de gigantes", dijera). Nuestra ilustre ministra ha bebido en las sagradas fuentes de la sabiduría popular, a saber: abandonado por obsolescente el vocablo comadrona, y adoptado en su lugar el de matrona, ¿acaso se ha llamado 'patrón' al varón del mismo oficio? No señor: se acuñó un nuevo término, derivado del femenino: ¡matrón! En eso se ha inspirado doña Yolanda, ya digo. A propósito: ¿para cuándo Santiago matrón de España y la Virgen de Guadalupe matrona de la Hispanidad?
"Me adhiero casi con violencia" (Cela, cuando hubo de votar el Cervantes para Umbral) a la propuesta 'matriarcal' de doña Yolanda. Presiento, empero, que la "pesada carga" acabará recayendo del lado de la neonata matria, dado el alto número de vocablos que se verán arrastrados hacia ella: matriota por patriota, matriotismo por patriotismo, commatriota por compatriota, rematriar por repatriar, matrocinar por patrocinar, matronear por patronear (embarcación), ¡el santo sacramento del patrimonio!, y así todo seguido. Por eso, con el fin de equilibrar la carga, propongo que algunos términos pasen al otro lado de la balanza. Un suponer: que en adelante las matrículas de los coches, millones, pasen a denominarse patrículas (no confundir con partículas). Asimismo, desde ahora, los estudiantes habrán de patricularse. Otro contrapeso: mañana mismo, los niños que se alimenten de los dulces pechos maternales, dejarán de mamar y empezarán a papar (nada que ver con el ¡papar!, ¡papar! de Chiquito de la Calzada). Hay una cuestión a la que no le encuentro solución: cómo tendremos que referirnos a "la madre patria". ¿La madre matria? Eso sería un pleonasmo.
En fin, que espero y deseo que a doña Yolanda no le suceda nada malo: ¡la necesitamos tanto! Lo digo porque el Papa (¿el Mama en lo sucesivo?) Juan Pablo I, a los cuatro días de pontificar que "Dios es una madre", se murió.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...