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PSIQUIATRÍA A TOPE

Era de prever. El número de contertulios (tertuliano, con mayúscula, claro, siempre irá unido a Orígenes de Alejandría, que así venían, juntitos, en el libro de religión: padres ambos de la Iglesia de los primeros siglos: Tertuliano y Orígenes), les decía que el número de contertulios de los medios que están necesitando asistencia psiquiátrica, ha crecido recién como la espuma. No es para menos. Veamos. Estando tan tranquilos en sus cosas, chismes de la política mayormente (huelebraguetas sin licencia, diría Sabina), de un día para otro irrumpe la primera pandemia de la historia televisada en directo, y hete aquí que, sin haber visto un virus ni por el forro, salvo ésos que atacan a los ordenadores, los contertulios se ven obligados a pontificar (nada de opinar) en todo lo referente al llamado Covid-19, el virus chino que llamara Trump con toda razón (made in China), convirtiéndose de un día para otro en especialistas en virología y epidemiología; con lo que a uno le costase aprobar la asignatura, a pesar de haber sido alumno previo de un virólogo de lujo, el otrora mentado profesor Rodríguez Villanueva (loor a los buenos profesores: apunten a nuestro Muñoz Sanz), recién regresado que estaba de Oxford con una maleta reventota de virus frescos. Sigamos. En esto que, cuando más contentos andaban los neovirólogos, con sus telediarios repletos de infectados, hospitalizados, intubados y muertos, se produce otra irrupción: unos locos sin carné (Serrat dixit: enhorabuena por tan elevada condecoración), entran a sangre y disparos en el Capitolio, ante lo cual, tienen que abandonar a toda prisa las tertulias pandémicas y, sin solución de continuidad, se ven abocados a decir la última verdad sobre la salvajada americana. Arreglado lo del Capitolio, y vueltos a las pontificaciones epidemiológicas, nuestros contertulios se ven zarandeados por una nueva irrupción: la ‘crisis de los misiles’ madrileños, o sea, las elecciones que acabaría ganando brillantemente esa joven tan vistosa. Resuelto que hubo sido el paréntesis electoral, encaramados de vuelta a la nueva ola del virus chino, esta vez, en lugar de una irrupción, se produce una erupción: el volcán de La Palma. Consecuencia: “de cientos en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro”, es decir, hubieron de transformarse en vulcanólogos súbitos. Pero las cosas no quedan ahí. Consagrados en epidemiología, ‘capitología’, ‘ayusología’, vulcanología, salta una nueva disciplina: la ‘teodorología’ (no confundir con lo otro). Sí señor, con un par: especialistas todos en las andanzas de un tal Egea, que ni barruntos tenía yo de que el mar Egeo estaba ‘casado’, qué lío. Por último para acabar de rematarlos, estalla el conflicto bélico de Ucrania, el cual los ha impelido a doctorarse en geopolítica a la carrera. ¿No es para volverse locos? Post scriptum: un amigo ucraniano me dice que dé las gracias a los del fútbol: que les gustó mucho ver a toda Europa de fiesta mientras ellos eran bombardeados. Ah, y a los del “No a la invasión de Ucrania” de los Goya.

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