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HUELEBRAGUETAS CON LICENCIA

HUELEBRAGUETAS CON LICENCIA Agapito Gómez Villa Decía el periódico anteayer: “Donald Trump presumía de conocer detalles de la vida sexual de Macron gracias a informes de inteligencia”. Supongo que querían referirse a su vida amorosa, expresión mucho más elegante, menos basta, menos zoológica. ¿Y a mí qué me importa la vida íntima de un particular, por muy presidente de la V República que sea? Eso digo yo. Me importa menos que a los franceses, acostumbrados de por vida a la heterodoxia amatoria, es un decir, de sus mandatarios: tuvieron uno con dos viudas en el funeral, Mitterrand se llamaba; otro murió en el Elíseo haciendo uso del matrimonio con su amante; a otro lo pillaron bajo el casco de la moto, a la puerta de su ‘novia’... En fin, que la cosa me tiene bastante sin cuidado. A mí lo que me pone de los nervios es ver la palabra inteligencia a los pies de los caballos. Es tan alto el concepto que tengo de la misma, que cada vez que la veo mezclada con el espionaje, me dan ganas de blasfemar. Qué otra cosa son, si no, los pomposamente llamados servicios de inteligencia. Ya sé que tengo la batalla perdida, pero, mientras tenga derecho al pataleo, no voy a parar: si no recuerdo mal, ya publiqué en su día un artículo del mismo tenor. “Yo era un huelebraguetas sin licencia”, canta Sabina, ese genio lleno de gracia y de ingenio, y de inteligencia, en “El caso de la rubia platino”. Los que espiaron a Macron tendrán todas las licencias, pero no dejan de ser tan huelebraguetas como el protagonista de la historia de Joaquín. Y aquí viene otra vez lo del principio: me parece una degradación intolerable de la inteligencia el mezclarla con esas prácticas olfatorias, mediante las cuales, los bragueteros americanos obtuvieron la información sobre Macron, información que ‘aluego’ pasaron al Jesús Gil rubio y americano, con lo que ya tenemos el lío montado: el menda se dedicaba a presumir de conocer la vida íntima de un muchacho que se casó con su profesora. ¡Habrase visto más infantilismo! Claro que a mí no me extraña nada tratándose de semejante botarate, que lo primero que hizo al llegar al poder fue quitar el español de la página web de La Casa Blanca, cuando tiene dicha lengua hasta en la sopa: en su primitivismo empresarial, el pobre no sabe que incluso la mansión que le acaban de registrar, qué vergüenza, lleva palabras españolas, aunque colocadas a la francesa: Mar-a-lago. Yo sé que los servicios de espionaje, ¡mitificados por el cine! (risa me producen ya los espías de la pantalla), realizan una labor importante, pero no más. ¿Dónde estaban los ¡dieciocho! servicios de inteligencia americanos cuando lo de las Torres Gemelas? ¿Y los nuestros cuando el 11-M? Menos mal que, al menos, el huelebraguetas del momento, el tal Villarejo, ese Alfredo Landa sin la gracia de Alfredo Landa, nunca perteneciera al CNI. Un respeto, pues, a la inteligencia. Espionaje y basta.

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