La selección ha caído, todo el mundo sabe como ha sido. O bien: Luis Enrique se ha ido, hombre tan controvertido, etc. La que se ha montado. Como si Italia, país futbolero donde los haya, hubiese dejado de ser una tierra maravillosa por no haberse ni asomado a este Mundial. Como si Alemania, potencia futbolística de toda la vida, no se hubiese ido, perdón, marchado, antes que España. Y todo porque esta vez no nos tocaba ganar en la lotería de los penaltis: la moneda no puede caer siempre cara. En las tres competiciones que España ha ganado, una ronda la pasamos por penaltis. En fin, que si hubiésemos seguido, aunque hubiese sido a los penaltis, los gallos periodísticos habrían cantado de otra manera.
La que se ha montado, decíamos. Cómo no se va a montar la mundial si cada partido comienza como si fuese un acontecimiento planetario: el personal entonando emocionado el himno de su país (excepto nosotros, que no tenemos letra, ni falta). Qué puñetas pinta el himno nacional en los prolegómenos de un partido. A qué altura queda dicho himno si se pierde 7-0, como le pasó a Costa Rica. (Otra cosa es que suene en honor del vencedor, verbigracia, cuando Nadal gana el Roland Garros, más que nada para darles en las narices a los franceses.) Cuando la Copa de Europa de toda la vida, no sólo sonaba el himno de los respectivos contendientes, ¡sino el del árbitro! Alguien se dio cuenta de semejante soplapollez y aquello fue suprimido. Hoy, como es sabido, suena un himno único: el himno de la Champion’s. Y basta. Algo parecido deberían inventar para el patetismo/paletismo/catetismo de los himnos prepartido.
Yo, la verdad, no me disgusté nada por lo nuestro. Es más, viendo aquel juego insufrible, me fui al campo a que me lloviese encima (del paraguas), y volví justamente cuando comenzaban los penaltis. Amigo mío, nada más escuchar en la voz del comentarista que Busquet iba a lanzar “con pierna derecha”, me puse a blasfemar como un carretero. Cómo es posible que alguien tenga que decirme lo que yo estoy viendo. La cosa corría a cargo del ínclito Juan Carlos Rivero, alias ‘el marchador’, pues que no utiliza otro verbo jamás: el balón nunca sale, se marcha; el futbolista nunca se escapa del contrario, se marcha; un jugador nunca se va del terreno de juego, se marcha…Ah, por supuesto: el jugador nunca se prepara para recibir el balón o tirar a puerta, ¡se perfila! Ni que decir tiene que el portero está bajo palos, como si estuviese en una choza. Y qué me dicen de esa forma que se ha puesto de moda a la hora de cantar un gol, horas después de que haya sido consumado: gooooooolllll… Aunque sea un tanto de Zambia, con perdón.
O sea, que me alegro. Por no tener que soportar a esos bobos solemnes que dicen el “balón dividido” y se quedan tan oreados. Pa matarlos.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...