EL RABO Agapito Gómez Villa Cincuenta y dos años después, venturosamente, Morante cortó un rabo en La Maestranza. Y digo venturosamente, no por lo que tiene de triunfo, sino porque sería insoportable que el hecho aconteciese con más frecuencia. Vamos a ello. “Las orejas tendrían que cortárselas al tío que se le ocurrió usar las del toro como trofeo”, venía yo diciendo tiempo ha (del rabo ni hablaba). Y mira tú por dónde, un buen día, en el magnífico libro de Antonio Burgos, “Curro Romero: la esencia”, me encuentro con que al genio no le gustaba nada que un animal tan bello fuese arrastrado hasta el desolladero sin las orejas. No digamos sin el rabo. O sin una pata, la que le dieran aquella vez en Jaén. Qué bonito, ¿verdad? He ahí la razón por la que Curro se deshacía inmediatamente de las orejas que le daban, pocas, afortunadamente: por eso y por las garrapatas. Que lo sepan los taxidermistas/comentaristas de la cosa: se puede ser un artista excepci...
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