Jamás le perdonaré a doña Irene Guardiola, perdón, a doña María Montero, es que con lo de la violencia machista y todo eso me hago un lío tremendo (por cierto, hay que ver cómo ha disminuido el número de mujeres muertas a manos de los locos de turno, psicópatas de libro, desde que existe el Ministerio de Igualdad), les decía que nunca le perdonaré a doña Guardiola el daño que ha inferido. ¿Negarse a pactar con Vox? Qué va: las rabietas son propias de los niños. Es más: me gusta que por dicha causa Extremadura vuelva a estar en el ‘candelabro’ nacional, que desde que Ibarra dejase de romper cristales, habíamos desaparecido del mapa, bueno, salvo en los días que siguieron a la presentación en sociedad del velocísimo tren que inauguró entre llamas Pedro Sánchez el pasado verano, y que tanta risa produjo en toda España. Pa retorcerle el pescuezo.
A lo que íbamos. A mí el enfrentamiento entre el PP y Vox, o viceversa, me parece como una cosa de primera regional, que así es como se ve en el resto del país. Lo que me ha disgustado mucho, sí, del comportamiento de María Montero, o Irene Guardiola, tanto da, es la putadita que le ha hecho a mi colega Fernández Vara, al que no tengo el gusto de conocer, pero reconozco que soy incapaz de quitarme de encima el corporativismo que siempre ha existido entre los médicos, más acendrado en el presente caso, tal vez porque estuve a punto de hacerme forense, como Guillermo. Sea como fuere, no le perdono a doña Guardiola lo que le ha hecho. Me explico.
En cuanto Guillermo vio el resultado de las elecciones, tiempo le faltó para pedir el reingreso en el cuerpo del que procede, la medicina forense, especialidad que siempre me apasionó, dicho sea entre paréntesis. “Ésta es la mía”, se dijo el amigo Vara, deseando que estaba y está de irse a su casa. Pero mira por dónde, cuando en el PSOE vieron las intenciones de Irene Guardiola (dicen que está a punto de pedir el ingreso en Restar; que no la admiten en Sumar), los jefes de Madrid le echaron el alto: “Ni se te ocurra moverte”. Y ahí lo tienen ustedes con el miedo en el cuerpo, ante la posibilidad de salir ganador en la probable repetición de las elecciones.
Llegados aquí, éste sería buen momento para poner a parir a los políticos extremeños, sin excepción, de cuya proverbial inepcia es claro ejemplo el estado de la carretera Cáceres-Badajoz, empezando por el tal Ibarra, que no decidió convertirla en autovía. (Aquí entre nosotros: me encuentro tan a gusto contemplado los bellos parajes circundantes, cuando estoy parado en los semáforos que jalonan dicha carretera, que ya no quiero que la arreglen. Es una delicia tal como está: rota, como el Partenón.)
En fin, que quién iba a imaginarse que algún día doña Guardiola le haría a don Vara tamaña faena. Le habría prohibido radicalmente a mi hijo que jugase con ella en el parque cuando muchachos.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...