De cualquiera se puede aprender algo, un suponer de Víctor Manuel, y no digamos de Ana Belén: “El odio antiguo los abrasa”, dicen en una entrañable canción: “Dos pueden ser la eternidad”. Fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando saltó la noticia de la masacre perpetrada por Hamás, y la posterior respuesta bíblica de Israel, arrasadora. La cosa no se puede resumir de mejor manera: un odio antiguo, muy antiguo, los abrasa, un odio que se ha venido renovando en cada muerto. Un odio casi congénito, sí, que a los niños palestinos les llega con la leche materna, continuación del cordón umbilical. Un odio tan antiguo, que uno cree muy anterior a la creación del Estado de Israel, 1948, cuando los mandamases islámicos de la época no aceptaron la creación de un Estado Palestino, ellos sabrán por qué. Un odio, en suma, que se diría proveniente de la noche de los tiempos y de las religiones, alimentadas, ay, de sus violentas deidades, malditas sean por siempre.
Ésa es la única manera de explicar lo que un día le dijera un médico palestino, ejerciente en Salamanca, a mi amigo José Antonio Galán Velasco: “Los palestinos quisiéramos matar con nuestras propias manos a todos los judíos”. Me quedé de una pieza. Pero a la postre me ha servido para ‘entender’ tan terrible manera de odiar. Desde que mi amigo me contase aquello, hará un cuarto de siglo, lo he tenido claro: el conflicto palestino-israelí es irresoluble, y su evolución en el tiempo es lo más parecido a los movimientos telúricos, ya saben: las placas tectónicas se van cargando de tensión, hasta que un día la descargan en forma de mortíferos temblores.
En resumidas cuentas, que a pesar de la magnitud de la tragedia y sus horrores, les puedo asegurar que para este particular todo ha sido como un déjà vu (los que estudiamos francés, también tenemos derecho a la vida). “Los palestinos quisiéramos matar…”
Dicho lo cual, pasemos a la página siguiente.
Hay algo que no me cuadra. ¿Dónde estaban la semana pasada los servicios de inteligencia israelíes? Si es verdad lo que han dicho los egipcios, que advirtieron al Estado judío el día anterior, entonces la cosa se complica, y más si tenemos en cuenta que dichos servicios vienen siendo los más reputados del orbe. La cosa me recuerda a las ya mentadas Torres Gemelas: ¿cómo es posible que los múltiples ‘servicios de inteligencia’ americanos (uno por cada Estado, además de la CIA y el FBI) no olisqueasen ni siquiera la preparación de tan magnos atentados? Y para rematar, las armas iraquíes de destrucción masiva, que de tan escondidas que estaban, les pasó como a mi padre. Mi padre, por miedo a la guardia civil, enterró tanto una docena de cepos de cazar conejos, que llegó un momento en que no hubo manera de encontrarlos (a los cepos). Con una diferencia: los cepos existían, yo los vi; las armas iraquíes las inventaron los americanos. En fin.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...