POR UN BESO QUE LE DI A LA JENNI
Si juzgamos la importancia de un acontecimiento por el tiempo que le dedican los medios, no me negarán ustedes que el beso de Rubiales a la Jenni no es de los hechos más trascendentales que han sucedido en España en los últimos decenios. Y mira que hay materia de donde tirar, día sí, día también. La última, la de Page, que ha decidido hacer lo que tendría que haber hecho el señor Ibarra, aquel presidente que hubo: enfrentarse directamente con el gobierno y con la dirección de su partido (por la autovía Cáceres-Badajoz, un suponer).
A lo que vamos. ¿Cuántas veces habrán pasado por el VAR el célebre piquito triunfal? Miles, cientos de miles: tanto en los programas del cotilleo (¡del corazón les llaman!), como en los dedicados a la cosa deportiva. Lo dicho: acontecimiento, y de los gordos, el beso, o sea.
En ésas estábamos cuando hete aquí que un juez de la Audiencia Nacional, nada menos (les recuerdo que dicho Tribunal fue el encargado del juzgar el terrorismo de la eta, aquella sangrienta lacra), ha decidido mandar a juicio al tal Rubiales por su besucona fechoría. Es tal la hostilidad que se ha creado en torno al personaje, por su bravuconería mayormente, que nada me extrañaría que fuese condenado a pena de prisión. Ni imaginarme quiero la que montaría el mundo del feminismo militarizante (militante se me antoja leve) si nuestro hombre fuese absuelto.
Dicho todo lo cual, aquí viene mi contribución en ayuda del personaje, ya que no vislumbro a nadie dispuesto a hacerlo. Y no es porque Luis me caiga especialmente bien, pero imaginármelo entre rejas no me produce ningún sosiego espiritual. Presiento, ya digo, que el amigo Rubiales no se va a librar de una temporadita a la sombra. ¿Que en qué me baso para tan drástica afirmación? Muy sencillo: en un suceso acaecido hace décadas, la estancia de Manolo Escobar en la cárcel, peripecia que no he visto comentada en ningún medio, en ninguno, ignorantes que son todos.
En efecto, Manolo Escobar estuvo en la cárcel, que lo he visto yo en el cine, por un beso que le dio en el puerto (no dice cuál) a una señora que no conocía. Y aquí viene mi contribución. ¿Qué hizo Manolo para aliviar la condena? Pues lo lógico en un cantaor: le compuso una canción a la desconocida señora y no paró de cantarla ni de día ni de noche (bueno, por la noche lo mandaban callar los vigilantes). “Por un beso que le di en el puerto/ a una dama que no conocía,/ por un beso que le di en el puerto/ han querido matar mi alegría/ por un beso que le di en el puerto/ me encuentro metido en esta prisión/. Si lo llegan a saber mis huesos/ le lleno de besos hasta el corazón”. Amigo Luis, he ahí el remedio a lo tuyo. Canta conmigo: “Por un beso que le di a la Jenni/ han querido matar mi alegría...”
Qué ta parecío.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...