Así acababa el año pasado la glosa de la fiesta de este periódico, que tuviera lugar en una de las más portentosas catedrales de la cultura, el Museo Romano de Mérida: “Cuándo se darán cuenta las autoridades de que los protagonistas de ese día son los galardonados y no ellos”. Pues nada: vuelta la burra al trigo, también este año, aunque el trigo engullido esta vez ha sido más escaso.
Miércoles, 4 de los corrientes, Plasencia (la adoro), iglesia de Santo Domingo, precioso y desacralizado templo, ceremonia de los “Extremeños de HOY”. Premiados: La Chinata, Javier Sánchez Medina, Esther Cubo y Emilio de Justo: una ejemplar empresa, un celebrado artista, una eminente neuróloga y un torero de primera, de los que juegan la Champion’s taurina.
En fin, que una vez finalizado el acto ‘institucional’, luego de una larga caminata de diez o doce metros, llegamos al lugar del festejo: el imponente Parador, el mejor de España, según cuentan dueñas. En esto que me doy de manos a bocas con el laureado matador, al que tuve la ocasión de saludar en traje de baño, ambos, el verano pasado, en la piscina de mi pueblo, con la confianza que eso da, que no todo el mundo tiene la oportunidad de saludar a un toreo vestido/desvestido de esa guisa, todo de cicatrices profesonales: “Emilio, estarás contento”, le digo. “No es para menos, Agapito, después de lo que ha dicho la presidenta: la compraventa de vivienda se ha incrementado un 62%; la confianza empresarial ha crecido por encima de la media nacional; las exportaciones han aumentado un 40%; el paro ha bajado cerca de un 10%. Cómo para no estar contento”. Una vez repuesto (me quedé pasmao), le digo: “No, si yo me refería al premio que te acaban de entregar”.
Pues bien, con todos los respetos para el grandísimo torero de Torrejoncillo (seis veces no abre cualquiera la puerta grande de Las Ventas), sigo considerando que la entrega de unos premios no es el momento más adecuado para alegatos políticos. ¿Pero no habíamos quedado en que la ceremonia de los Goya es una obscena y asquerosa demostración de propaganda gubernamental? Ah, y menos mal que cada año los nuestros son más parcos en palabras, que todavía me acuerdo de aquella noche de Monago, en Plasencia precisamente, que a las tres de la madrugada todavía continuaba predicando, todo el personal despatarrado y roncando.
Les voy a decir una cosa, en confianza. Van a tener suerte las autoridades de que yo no vaya a ser nunca uno de los agraciados (tranquilos, no pienso hacer lo de Luis A. de Cuenca, que se ha cogido un globo monumental porque no lo han hecho académico: yo sé dividir). Van a tener suerte, ya digo: en cuanto alguno de ellos hablase más de la felicitación a los premiados, le daría un coscorrón con la encina cúbica que dan. Del otro día, habría salvado la excelente homilía del alcalde de Plasencia, que ya podrían aprender de él muchos curas.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...