Dice el refrán popular: “Dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma opinión”. Don Víctor Gerardo, mi maestro de las humanidades, cuando ya de mayor fuera mi paciente, llevó la cosa más lejos: “Agapito, hijo: dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma tensión”, me decía. Su mujer y él tenían siempre las mismas cifras. Pero no podía quedar ahí la cosa. Este particular ha llegado un poco más allá: “Los que viajan en el mismo Peugeot, se vuelven de la misma condición”. En efecto, es que anda por ahí una foto que bien pudiera ser considerada como emblemática de la convulsión política del momento, vamos, lo que el periodismo juvenil llamaría una foto icónica, que, según se ve, hoy todo es icónico. En la foto en cuestión, campaña de las primarias socialistas, aparecen los cuatro jinetes del apocalipsis, muy sonrientes: Ábalos al volante del Peugeot, Pedro Sánchez de copiloto, y en los asientos traseros, Koldo y Santos Cerdán, casi nadie al aparato.
¿Que cuál es la condición que iguala a los cuatro viajeros? La afición por las ‘p’. Alguno dirá que me estoy metiendo en un jardín de difícil salida, como los de Borges, hechos de caminos que se bifurcan. De eso nada, monada. Es público y notorio la gran proclividad que exhiben los acompañantes del candidato Sánchez por tres asuntos que comienzan por ‘p’: las Jéssicas, ya me entienden, las perras (vulgo dinero) y las papeletas. Lo de las Jéssicas no hace falta explicarlo; lo de las perras en forma de miles de euros en comisiones, parece que tampoco, que los tres han sido pillados con las manos en la masa de los ‘audios’ de la OCU. Nos queda, pues, la ‘p’ de papeletas: “Cuando no te vea nadie, metes dos papeletas en la urna”, le dice Cerdán a Koldo, tiempos en que Pedro Sánchez fue pillado detrás de una cortina, embutiendo papeletas de modo frenético en una caja de ésas que se usan para las votaciones.
Y nos queda Sánchez, propiamente. Pedro Sánchez, comoquiera que está profundamente enamorado de ‘mi prima’ Begoña, no es aficionado a las Jéssicas. Por contra hay una clase de ‘p’ que lo tiene desquiciado. Me la encontré el otro día releyendo “El pez en el agua”, autobiografía de unos de los hombres más talentosos que ha dado la literatura en castellano, Vargas Llosa. Si no lo veo, no lo creo: “Muchos políticos empiezan animados por sentimientos altruistas, pero, en esa práctica menuda y pedestre que es la política diaria, esos hermosos objetivos van dejando de serlo, se vuelven meros tópicos de discursos y declaraciones y, al final, lo que prevalece en ellos es el apetito crudo y a veces inconmensurable de poder”. ¡Pedro Sánchez en persona!
En fin, Pedro y las ‘p’: el Peugeot, las papeletas, y una enfermiza ambición de poder. Ah, y Puigdemont. Y Pablo en su día. Y por si faltase algo, viene retratado en las “personalidades patológicas” (véase Farreras-Rozman, Tratado de Medicina).
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...