Lo dije no ha mucho en estas páginas: el novio de Ayuso nos va traer muchos quebraderos de cabeza. Y no sólo por lo del Maserati de segunda mano: un tío que se compra un Maserati de segunda mano tiene que ser por fuerza un hortera de bolera, por muy alto y muy guapo que sea. La culpa la tuvo Isabel: a quién se le ocurre echarse un novio sin haberle preguntado antes lo que pregunta toda mujer cuando se va a echar novio. “¿Tienes problemas con Hacienda?” Como es natural, ante una moza de tan buen ver, el del Maserati va y se lo oculta (yo hubiese hecho lo mismo). Con lo cual, ya tenemos el lío montado. “Cariño, por qué no me lo dijiste antes”. “Porque me había enamorado de ti y no quería perderte”, y todo eso que se dice.
Lo que le hacía falta a los opositores/odiadores de Isabelita: un novio presuntamente defraudador. Lo intentaron en su día con su padre: problemas en un negocio que el hombre tuvo y tal. Lo intentaron con su hermano: algo relacionado con las mascarillas. Lo intentaron con su exmarido: pero no me acuerdo de la causa. Total, que cuando se enteraron de lo del novio, vieron el cielo abierto. Como locos se pusieron de alegría. “¡Ésta es la nuestra!”. Y se llenaron de balón, que se dice en el argot futbolístico. Cómo sería de grande el entusiasmo, que, a consecuencia de lo cual, por primera vez en la historia de la humanidad (no se conocen precedentes en la prehistoria), un Fiscal General del Estado ha acabado en el banquillo (el de los acusados, no el de los suplentes). Por el ansia de balón, ya digo.
Lo cual que, el otro día, me encuentro con un conocido al que le gusta la política más que a un tonto una tiza, y va y me lo suelta: “¡Madre mía, cómo anda la cosa!”. “Revueltilla”, le respondí, tal que dice Sazatornil, actor inimitable, en “Amanece que no es poco”. A lo que iba. Con la autoridad que me concede haber sido socialista de carril (Felipe y Alfonso fueron mis dioses únicos), sin ánimo de hacer sangre, voy y me lanzo al ruedo:
“No me cabe en la cabeza cómo Pedro Sánchez puede seguir gobernando en una situación semejante. Su mujer y su hermano, imputados por varios delitos. Un secretario de organización del partido en la cárcel, y el otro con el petate preparado (del tal Koldo, ni hablamos). El Fiscal General del Estado, calentando banquillo. La presidenta del Congreso, esperando que le caiga encima una pila de mascarillas. El ministro Ángel Víctor, en la cesta de la UCO. Y por si eso fuera poco, el mismo Sánchez, a punto de ser interrogado en el Senado. Etc.
- “Y el novio de Ayuso, qué”.
En verdad, en verdad les digo que me
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...