El título
de este escrito es, claro está, una paráfrasis de la obra de Ernesto Sábato,
“Sobre héroes y tumbas”. Sí, ya sé que las cosas no están para bromas petroleras
con los argentinos, pero don Ernesto fue siempre un referente moral, aún en los
momentos más tétricos de la historia más negra de aquel país. En fin, que esto viene
a ser como una de Pérez Reverte, pero sin barcos matándose a cañonazos, ni
soldados heroicos, vivos o muertos, en el campo de batalla sembrado de
cadáveres. Héroes del mundo laboral, sí: anverso del típico zángano, de la cosa
pública mayormente, adicto a darse de baja por cualquier tosecilla o decimilla
o golpecillo.
Me lo encontré
en el pasillo del hospital, arrastrando la ‘cruz’ con ruedas, coronada por un
gotero. Lo conocía de algo, y por no pecar de antipático, me dirigí a él: “¿Muy
grande la cornada?”. “Una pancreatitis”. Diez días después, el bar abarrotado
de personal, le digo a un camarero que andaba bandeja en mano: “Por el
parecido, me imagino que será tu hermano el que vi el otro día en el hospital”.
“No, soy yo”. De una pieza me quedé. “Tendrás un cansancio increíble”, le dije,
no repuesto aún de la sorpresa. “No puedo con los zapatos, pero a ver, el
negocio es mío, y el alquiler hay que seguir pagándolo, y a los empleados
también”. Si no lo veo, no lo creo. El hombre, unos cincuenta años, la cara
desemblantada, estaba, claro es, empapadito en sudor. Amable lector, es que la
pancreatitis es un cuadro grave que deja durante semanas un cansancio insoportable,
y aquel señor, una vez le dieron el alta hospitalaria, sin poder con los
calzoncillos, se incorporó al trabajo: porque había que seguir pagando el
alquiler y a los empleados. Amigo Arturo, si ese señor no es un héroe, que
venga Dios y lo vea.
El otro. El
otro tenía una válvula del corazón muy estrecha, así que, luego de muchas
dubitaciones, se decidió a que le operaran. Al cabo de una semana de la intervención,
me encuentro con su mujer: “¿Cómo va la cosa?”. “Ya está trabajando”. “¡Cómo
dices!”, exclamé asombrado. “Es que no podemos permitirnos el lujo de tener
mucho tiempo la consulta cerrada, y como él dice que se encuentra bien…”. ¡Una
semana de baja por una intervención en la válvula mitral! Amigo Arturo, si el
dentista en cuestión no es un héroe, tan héroe como los tuyos, que venga Dios y
lo vea.
El siguiente. Lo
del siguiente es para nota. El siguiente era médico, y de la noche a la mañana,
zas: cáncer de colon con metástasis hasta en las cejas. Pues hete aquí que, en
el año y pico que sobrevivió, solo faltó al trabajo el tiempo justo para que le
quitasen los puntos de la magna operación. Antes y después de la cirugía,
siguió acudiendo a diario al hospital donde siempre trabajó, de modo y manera
que, el día que le tocaba, hacía un alto en sus tareas para que le pusieran la
‘quimio’. Y así, hasta el penúltimo día. Amigo Arturo, si éste no es un héroe,
más héroe que los tuyos, que venga Alá y lo vea (un respeto a los otros
creyentes, aunque su religión no sea tan verdadera como la nuestra).