Por lo visto, la culpa de tan horrenda cat á strofe es del maquinista, que se puso a correr como un loco. Ya tenemos en bandeja el error humano. ¿ Para qu é pu ñ etas sirven entonces los sofisticados sistemas de seguridad, si en un momento determinado a un se ñ or le da por hacer una conducci ó n deportiva, ya me entienden, con un tren repleto de personal? Sea como fuere, el inmenso da ñ o, con su eviterna estela de sufrimiento, ya est á hecho: a causa de un error humano, ya digo. Mismamente, como el que hizo volar por los aires a don Paco y a do ñ a Mari, que vi yo las distantes siluetas dibujadas en el asfalto, donde cayeron sus maltrechos cuerpos, atravesando que iban confiadamente la avenida, sem á foro verde para los peatones. Milagrosamente, don Paco y do ñ a Mari, siguen vivos, pero bien pudieron haber muerto ambos en el instante, de tan brutal como fue el impacto: siete meses despu é s, do ñ a Mari va en silla de ruedas. S í , ya s é que alguno estar á pensando qu...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa