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Mostrando entradas de julio, 2013

¿Error humano?

  Por lo visto, la culpa de tan horrenda cat á strofe es del maquinista, que se puso a correr como un loco. Ya tenemos en bandeja el error humano. ¿ Para qu é pu ñ etas sirven entonces los sofisticados sistemas de seguridad, si en un momento determinado a un se ñ or le da por hacer una conducci ó n deportiva, ya me entienden, con un tren repleto de personal? Sea como fuere, el inmenso da ñ o, con su eviterna estela de sufrimiento, ya est á hecho: a causa de un error humano, ya digo. Mismamente, como el que hizo volar por los aires a don Paco y a do ñ a Mari, que vi yo las distantes siluetas dibujadas en el asfalto, donde cayeron sus maltrechos cuerpos, atravesando que iban confiadamente la avenida, sem á foro verde para los peatones. Milagrosamente, don Paco y do ñ a Mari, siguen vivos, pero bien pudieron haber muerto ambos en el instante, de tan brutal como fue el impacto: siete meses despu é s, do ñ a Mari va en silla de ruedas. S í , ya s é que alguno estar á pensando qu...

Los arañazos

Ha dicho Martín Chirino que no puede ser que el dinero sea el fundamento de una civilización. El señor Chirino es un osado, un suicida, por muy consagrado escultor que sea. Lo llega a decir delante de cierta señora que yo me sé, y le saca los ojos en el inte, tal que estuvo a punto de hacerme a mí, aquella vez que dije algo parecido en su presencia: no me sacó los ojos, pero me fui a casa con la cara llena de arañazos. Yo lo que quise manifestar es que el dinero no lo es todo, que de toda la vida habían existido profesiones que gozaban de considerable prestigio social, si bien en ellas se ganaba lo justito para vivir decentemente. Algo parecido a lo que cuenta Anna Caballé sobre una prima de la madre de Umbral, cuando fueran a pedir posada para una soltera embarazada, la madre del escritor: "Su marido era el fiscal del juzgado de Valencia de don Juan, es decir, un sueldo ajustado, pero una posición social muy respetable". Por entonces uno no había leído lo p...

Honestidad sin barcos

  Yo, cuando tenía dudas entre la honradez y la honestidad, no tenía más que recurrir a aquellas célebres y celebradas palabras del almirante Méndez Núñez, cuando la guerra del pacífico, Valparaíso y por ahí: “Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra”. Es que lo otro -honestidad versus barcos- me chirriaba de modo horrísono en las áreas cerebrales del lenguaje. No obstante, hasta hace cuatro días no me hacían falta las naves. Me bastaba con echar mano de otra argucia nemotécnica: “la honradez, de cintura para arriba; la honestidad, de cintura para abajo”, y siempre me salían las cuentas, pues que de inmediato me venía a la cabeza la mujer honesta, o sea, la mujer virtuosa y rezandera, ya me entienden. Sucede, empero, que de un tiempo a esta parte, ya no lo tengo tan claro: desde que un día me dio por mirar el diccionario de la academia y me encontré que honradez y honestidad son considerados sinónimos. “Apagamos y vamos”, me dije, recordando a Radomir Antic, aquella tard...

Tertulias del tiempo

   Exultantes están los hombres y mujeres del tiempo, esas estrellas emergentes. Por fín se han alcanzado/superado los cuarenta grados que con tan fervoroso entusiasmo nos venían pronosticando, como si el calor fuera una cosa rara en estas latitudes. “En el ático, los termómetros hace un buen rato que han estallado todos”, escribía, 1982, Manuel Vicent, semblanza de Maruja Mayo, aquella genialoide y provocatriz pintora, a la que Alberti se llevó al río, sabiendo que no era mozuela. Es que raro, lo que se dice raro, sólo hubo un verano, aquél que cantase Sabina (si no le dan el Príncipe de Asturias, sería pa matar a los miembros del jurado), tan raro, tan raro “que no paró de nevar”.    “Algunas veces suelo recostar, mi cabeza en el hombro de la luna”, no, no, que se me va la pinza detrás de Joaquín. Yo lo que quería era hablarles de otra cosa. “Esa frase necesita mármol”, dice Carlos Herrera, el hombre que demuestra a diario que la genialidad y la alegría no s...

El contrapeso

Con un poco de suerte, la que siempre le faltó en décadas precedentes, España podría proclamarse esta noche campeona de las Confederaciones del fútbol, esa competición que se acaban de inventar los que inventan estas cosas. He dicho lo de la suerte porque nuestra selección, que practica a ratos un juego primoroso, que debemos a Luis Aragonés, no se olvide, en el que prima la inteligencia sobre el músculo (es una delicia ver a los bajitos del centro del campo marear al personal contrario), iba diciendo que sin la ayuda de la fortuna en la lotería de los penaltis, España no hubiera sido, recién, campeona de Europa, dos veces consecutivas (en la primera eliminamos a los italianos, en la segunda a los portugueses), ni jugaría la final de hoy, gracias a la tanda de penaltis ante los italianos, otra vez, el otro día. En fin, sea como fuere, si esta noche ganásemos a los brasileños, ojalá, no habrá quien aguante a los turiferarios de los medios que llevan lo del depo...