Por lo visto, la culpa de tan horrenda catástrofe es del maquinista, que se puso
a correr como un loco. Ya tenemos en bandeja el error humano. ¿Para qué puñetas sirven entonces los sofisticados
sistemas de seguridad, si en un momento determinado a un señor le da por hacer una conducción deportiva, ya me entienden, con un
tren repleto de personal? Sea como fuere, el inmenso daño, con su eviterna estela de
sufrimiento, ya está
hecho: a causa de un error humano, ya digo. Mismamente, como el que hizo volar
por los aires a don Paco y a doña
Mari, que vi yo las distantes siluetas dibujadas en el asfalto, donde cayeron
sus maltrechos cuerpos, atravesando que iban confiadamente la avenida, semáforo verde para los peatones.
Milagrosamente, don Paco y doña
Mari, siguen vivos, pero bien pudieron haber muerto ambos en el instante, de
tan brutal como fue el impacto: siete meses después, doña Mari va en silla de ruedas. Sí, ya sé que alguno estará pensando que cómo se me ocurre mezclar una tragedia
en la que mueren ochenta personas y otras tantas resultan gravemente heridas,
con un accidente urbano sin muertos (no hubo muertos, pero de haber resultado
muerto uno de los dos, vete tú
a decirle al otro que peor ha sido lo de Galicia, donde han caído ochenta: cada cual llora a su
muerto como sí
fuera único).
Lo hago porque ambos sucesos, de consecuencias tan dispares, tienen, no obstante,
dos cosas en común:
el error humano, no mitigado por los sistemas de seguridad.
Se lo dije a un concejal del ayuntamiento de Cáceres: "El día menos pensado va a suceder una
tragedia en esa calle, si no ponéis
de una vez los resaltes en la calzada (¡sistemas
de seguridad!), que en esa calle los coches se ponen a cien por hora. El día que eso suceda, seré inmisericorde con vosotros". A
los pocos días,
zas: doña
Mari y don Paco volaron, no al cielo, de verdadero milagro. Ni anduve llamando
a mi concejal de cabecera, pues que yo sabía
que el pobre estaría
corrido, que así
hubiera dicho Cervantes, o sea, jodido. ¿Qué tendría que haberle dicho?: "Te lo
advertí".
O tal vez: "Los concejales pintáis
menos que yo en el Madrid de baloncesto". Decirle que son unos simples
comparsas (eso me dijo un concejal importante, de época pretérita), me pareció excesivo: hubiera sido como llamarle
inepto directamente al máximo
responsable del municipio, y eso es muy duro. Así que preferí no decirle nada.
Comoquiera que no es la primera vez que traigo el asunto a estas páginas, en su momento, se me dieron
dos excusas: una, que protestan los conductores de las ambulancias; otra, que
la titularidad de dicha vía
(antigua carretera de Salamanca) es de Obras Públicas. En el primer caso, ¿qué hacen los conductores de ambulancias
en otras ciudades con esas auténticas
montañas
cada pocos metros? En el segundo, sea responsable el ayuntamiento, sea Obras Públicas, lo sean ambos, como por
desgracia habrá
otro accidente si no se colocan en el asfalto los perentorios "sistemas de
seguridad", desde aquí
les mando mi maldición
apostólica
por adelantado. Una vida es una vida: se pierda ésta por culpa de un maquinista que se
ha vuelto loco o por culpa de un conductor insensato, señora alcaldesa.