Dijo Albert Camus que está todo dicho, pero
hay que recordarlo porque a la gente se le olvida. Es que ésta es, sí, la
tercera vez que traigo el asunto a estas páginas.
A lo que vamos. Los guardias civiles que asistieron
al conductor del autobús siniestrado en la provincia de Ávila, no ha muchas
semanas, han declarado que éste dijo en un primer momento que se había quedado
dormido (luego, ante el juez lo ha desmentido, como es su derecho). Pues bien,
parece como si hubiera hecho falta una nueva tragedia con sueño por medio, para
que la Dirección General de Tráfico haya auspiciado, por fin, un estudio como
Dios manda, sobre tan gravísimo problema, que tantas desgracias produce. Para
tal cometido, se pide la colaboración voluntaria de los conductores. Pero yo
sigo en mis trece.
Mis trece son dos: sendos conductores de autobuses
de línea que algún tiempo fueran mis pacientes y que acabaron ambos
confesándome que se dormían al volante. Del primero, tuve las primeras noticias
a través de un familiar: “Se duerme en cuanto se sienta”. Cuando me enteré de
su profesión, me llevé las manos a la cabeza. Dígale que venga, que hablemos.
Acabó presentándose al cabo de meses, por otra causa. Como era lógico,
aproveché la ocasión para abordar asunto tan arduo. Y me negó que le entrase
sueño conduciendo. Pasado algún tiempo, me confesaría que no sólo se dormía al
volante, sino que en alguna ocasión, viniendo de Madrid, al llegar a Trujillo
había tirado recto, en lugar de torcer hacia Cáceres. Me había negado la mayor
por temor a que le pusieran de patitas en la calle en condiciones precarias. Realizado
el estudio pertinente, se demostró que padecía el síndrome conocido como
‘apneas del sueño’: no descansan bien de noche y de día se duermen de pies. Lo
más indignante de la cuestión es que en los servicios médicos centrales de la empresa,
no me hicieron ni puñetero caso: como si oyeran llover. Los maldije
bíblicamente, claro.
El otro. Del otro lo único que puedo decir es
que se le cerraban los ojos apenas daba los buenos días, al llegar a la
consulta. Por razones que no vienen al caso, jamás volvió a ponerse al volante.
En fin, que no me conformo con la campaña ‘voluntaria’
que va a poner en marcha la DGT. Sí, ya sé que la mayoría de los conductores de
autobuses son gente joven y sana, faltaría más; mas comoquiera que no son
excepcionales los casos en los que el sueño es la causa de accidentes de dichos
vehículos (DGT: el sueño está presente en el 20% de todos los siniestros),
desde estas páginas insto, pido, ruego, exijo de las autoridades autonómicas
(ni transferencias ni leches) un estudio obligatorio de la patología del sueño (las
apneas la padecen un 4% de los varones) a todos los conductores radicados en
Extremadura que guían esos coches. No creo que la medida sea muy costosa. Y si
con ello se evitase un solo accidente, la cosa saldría baratísima.
Dicho queda.
(Post scriptum: ¿Si la ministra Ana Pastor,
médico de familia como este particular, se está preocupando de los trenes, por
qué no habría yo de hacer lo propio con los autobuses? Se trata de salvar
vidas, al fin y a la postre.)