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Una preposición y un acento (publicado el 4/8/13)


     A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en… Ah, quién nos iba a decir cuando niños que la más grande crisis política española de los últimos decenios sería una cuestión de preposiciones, de las entrañables preposiciones escolares, que con tanta fruición recitábamos, sin saber siquiera lo que era la fruición, que hay que ver lo a gusto y descansados que nos quedábamos cuando llegábamos al final y soltábamos el tras: …sin, so, sobre, tras. Ya está, ya salió el sobre: el sobre (preposición) que nos pone en bandeja el asunto de los sobres en el PP.  

  La escena tiene lugar en Génova (el periodista que dice calle Génova es un pardillo, como el que dice La Moncloa o La Zarzuela). “¿Has anotado lo de los sobres?”, pregunta uno. Y el otro responde: “Por cierto, ¿sobre se escribe con un v o con b?” Y el primero, que manejaba la sintaxis al barojiano modo, contesta: “En b, sobre se escribe en b.”

   Lo cuenta Ortega de don Pío, en “El espectador”, glosa del viaje que hicieran ambos a la sierra de Gata, impresionante enclave, hospedados que estaban en una fonda de Coria: “Ahora no sé si se dice Aviraneta bajó de zapatillas, con zapatillas, o a zapatillas” (fin de la cita). Ahí tienen el quid de tan arduo problema: una cuestión de preposiciones. Don Mariano no negó en el parlamento que se cobrasen sobre-sueldos entre los suyos –“como en todas partes”-, lo que sí dijo, empero, es no tener constancia de que en su partido haya existido nunca una contabilidad ilegal. Es que con la contabilidad pasó lo mismo que con los sobres: “¿Cómo se escribe contabilidad, con v o con b?”. “En b, se escribe en b.” La escena tiene lugar en Génova y tal. ¿Es acaso ilegal el mal uso de las preposiciones? Calla, hombre, calla. Es gramaticalmente incorrecto, pero no ilegal.

  El acento. “Luis. Se fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo.” Mucha vara, más bien latigazos, le dio Rubalcaba a don Mariano con el asunto, pero ese “se fuerte” no tiene ningún sentido: ¡le falta el acento! Es como si le hubiera dicho: “Luis. Pon fuerte”, un suponer. Don Mariano, que fue número uno, o algo así, de su oposición, registrador de la propiedad, es un hombre de probada solvencia intelectiva e intelectual (no es lo mismo), y no puede ignorar, por tanto, lo que es el acento diacrítico: el que llevan las palabras que se escriben igual, pero tienen distinto significado. O sea, que lo escribió así con toda intención, pensando en el día de mañana: cuando sea citado como testigo por la ‘jartá’ de millones suizos del tal Bárcenas. Y como sucede que en la cosa judicial ha de encajar todo, don Mariano se irá de rositas: por un acento de menos.  

  Y para acabar, los daños colaterales. Dijo don Mariano: “Yo no estoy en política para enriquecerme. Tengo profesión”, (fin de la cita). Y se produjo un silencio sepulcral. ¿Por qué? Muy sencillo: al tiempo que don Rajoy lanzaba el puño a la mandíbula de don Rubalcaba, se estremecieron de rubor los cientos de bancadas legislativas y ejecutivas que pueblan el territorio nacional. Es que se pueden contar por miles, sí, los individuos que fuera de la política, ay, no tienen ni oficio ni beneficio.

  He dicho.

 

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