Impresionantes las exequias, fúnebres, claro, que no sé si hay otras, de Adolfo Suárez. Sobre todo, el homenaje de la ciudadanía. De lo cual me alegro cantidad: el personaje, además de su trascendente labor como político (trascendental quedaría excesivamente trascendental), era una bella persona, lo que uno ha dado en llamar “biológicamente bueno”, y yo tengo una debilidad innata hacia las buenas personas (a los bichos malos, ni en puntura). Lo de Suárez, pues, ha quedado visto para sentencia, o sea, que ha sido dicho todo lo que había que decir. O casi todo. Una cosa he echado de menos, empero, en el maratón informativo dedicado a la agonía, muerte y entierro de don Adolfo: la ausencia de la eta en los funerales, banda criminal que tantos funerales causó cuando la presidencia del difunto. Uno, claro, no ha estado pendiente a todas horas de los miles de cadenas televisivas, pero en los ratos dedicados al menester, no ha visto aparecer a la eta por parte alguna. ...
Artículos de opinión publicados por Agapito Gómez Villa