Hoy, lo lógico habría sido glosar lo de
Esperanza, pero yo he preferido tratar un asunto muy distinto. Vámonos.
Una televisión egipcia ha tenido la
ocurrencia de utilizar al Risitas para zaherir, insultar, vituperar, ridiculizar,
todo eso, a un político, perdedor, claro, Al Si-Si, o algo así se llama. Al
hilarante relato (descacharrante más bien) de las sartenes que se llevó la
marea, le han puesto, a modo de subtítulo, las maledicencias contra el referido
político, y se ha montado el pollo. Lo cual que he vuelto a ver la grabación y
he vuelto a llorar de risas. Igual que llora de risas Jesús Quintero. Igual que
habrán llorado de risas, en árabe, por supuesto, los millones de espectadores
que han visto las imágenes, que por lo visto son legiones (lo de legiones es
por Marco Antonio, cuando fue a trajinarse a Cleopatra). Cosas de las “neuronas
espejo”, ese milagro de la neurología (presente ya en otras especies) que valió
un premio Nobel de Medicina: Giacomo Rizzolatti se llama el agraciado.
Dice César González Ruano, lo tengo subrayado
en su “Diario íntimo”, que la muestra más clara de inteligencia es una alegría
permanente. El Risitas. ¿Con esa cara de Paquirrín que tiene? Sí, señor. Y con
esos dientes que no tiene. ¿Habrá en el mundo algo más impresionante que hacer
llorar de risas a los demás? Ya me lo dirá usted cuando llegue el arrabal de
senectud. Es que resulta que al personal mayoritario, cosas de las religiones y
sus adustos dioses, desde antiguo le dio por encomiar todo lo contrario, o sea,
al tío serio y adusto, cuanto más serio y adusto, mejor. A los tíos con cara de
juez, que decía mi madre; a los tíos con cara de gobernador civil, que digo yo.
Aquéllos que salían en los retratos con cara de Pinochet, acerca del cual dijo un
genio llamado Gila (¿era un hombre serio Gila?): “Un dictador no se ríe nunca
en público, sale ya reído de casa”. Lo dicho.
Es que
a mí me dan ustedes a elegir entre Tip, la más talentosa vis cómica habida, y
Cioran, el francorumano que se pasó la vida hablando del suicidio, y no hay
color. Mira tú por dónde, el segundo
tiene la consideración de filósofo, mientras que el primero no deja de ser un
simple humorista. Por mí, que se vayan metiendo la tristeza filosófica por
donde les quepa. Me quedo con la más alegre filosofía que vieron los siglos: la
alegría permanente de Tip. Y qué me dicen de Mingote. O de Forges, ese ángel que
lleva medio siglo derramando su ‘angelidad’. ¿Son tíos serios Forges y Mingote?
Anda ya. Vamos, que se nota mucho que no participo nada, lo que se dice nada,
del unamuniano “Sentimiento trágico de la vida”, al menos, mientras estén vivos
Forges y el Risitas.
No obstante lo cual, yo a Esperanza Aguirre
le metería un buen puro, con perdón. ¿Por aparcar donde no debía? ¿Por ponerse
chulapona con los municipales? ¿Por arroyar la moto al salir huyendo? Ni
hablar. Por algo mucho más grave. Por atropellar un tesoro: el idioma más bello
del mundo, según Miguel Ángel Asturias: el castellano. “Un taxi que estaba
delante mío”, dijo doña Espe tras su huida. Por ese “delante mío” yo le pondría
veinte años, de cárcel.