Dios mío,
la que han montado con lo de mi primo Tomás. Si es que son como niños: los
periodistas. Bueno, entre los que se dedican a la cosa del deporte, algunos son
niños hechos y derechos, pero niños malvados, o memos: subtitulan en la tele
los insultos a los futbolistas: es su contribución a la causa. Volviendo al
principio, ni que la defenestrada hubiese sido Susana (¡no hay epiplones!), por
tanto ERE fraudulento y otras pillerías múltiples. Bueno, el caso es que el
otro día va Pedro Gómez, perdón, Pedro Sánchez, Pedro Gómez es mi hermano, y se
carga a Tomás Sánchez, perdón, perdón, a Tomás Gómez, Tomás Sánchez es el
coordinador de mi centro de salud, vaya lío que tengo. ¿Que quién es Tomás Gómez?
Aparte de primo mío, por parte de padre, Tomás es una figura política de
relevancia premundial: durante diez años, fue alcalde del tranvía de Parla (la
tercera ciudad de España detrás de Barcelona) y actualmente era el jefe de los
socialistas de la Comunidad de Madrid. Pues bien, con semejante bagaje
político-biográfico, su destitución ha saltado a la primera página de todos los
periódicos (a cinco columnas algunos), o sea, a la primera página de los
telediarios, o sea, a ser tema monográfico de todas las tertulias, o sea, a ser
el asunto tratado por miles de articulistas, de los que no saben escribir de
otra cosa, los pobres.
Lo que me
ha extrañado sobremanera es que, vista la importancia que se le ha dado en
España a lo de mi primo, la prensa extranjera (así se dijo de toda la vida,
ahora le dicen internacional) no le haya dedicado ni una mísera línea: ni Le
Monde, ni el Times, ni el New York Times, ni O Globo, ni la Scala de Milán,
perdón, eso es un palacio de la ópera, ni el Corriere della Sera, ni el Glasgow
Rangers, perdón, eso es un equipo de fútbol, ni Clarín, ni tan siquiera el
Mercurio de Chile. ¿Que por qué lo sé? Muy sencillo: porque al tratarse de mi
primo, me he dedicado a investigar si lo suyo, de tantísima trascendencia en
los medios nacionales, mejor dicho, estatales, ha tenido alguna repercusión
allende nuestras fronteras. Pues ya lo ven, nada de nada. La verdad es que,
esto último me ha dolido un poquito, no ya por mi primo, sino por otras razones.
Me explico: como ya se ha dicho, a uno le ha parecido un tanto excesivo el
tratamiento que los medios españoles le han dado a lo de mi primo el del
tranvía (hay cargos en el mundo más importantes que ser alcalde de un tranvía,
por caro que haya costado), pero, una vez visto lo visto, ya me veía yo mentado
en la prensa extranjera: “Tomás Gómez es primo hermano de Agapito Gómez, un
médico que lleva treinta años colaborando en el HOY, periódico extremeño de
referencia”. Hubiera sido la manera tangencial de traspasar, ay, el puerto de
Miravete, inexpugnable barrera geográfica referida en más de una ocasión por
otro Tomás, mi amigo Martín Tamayo. Con lo que a mí me hubiera gustado,
parafraseando a Pemán, ‘lucirme’ por esos mundos de Dios: “Hablando se luce la
gente”. Pero ya ven.
Lo siento,
primo: por ti y por mí (sobre todo por mí).