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Mostrando entradas de marzo, 2015

Copiloto, ni de una ratona

  Qué suerte, qué inmensa suerte hemos tenido los españoles de que el avión siniestrado en los Alpes no fuera español. Vamos a ver: cuando se produce una catástrofe aérea en algún lugar remoto de la India, o de África, un suponer, usted no piensa: a saber cómo serán en esos países las revisiones a los aviones y a los pilotos. Pues bien, algo parecido, pero menos, claro, hubiera pensado Europa toda en el caso de que la aerolínea hubiera sido española y el copiloto suicida, de Sabadell, por ejemplo. ¿Qué no? ¿Me van a decir ustedes que la visión que se tiene de la aviación española es la misma que se tiene de la alemana? Vamos anda. Ojo, no quiero decir que a los españoles se nos vea malamente en el resto de Europa, ni hablar, pero no llegamos ni con mucho al prestigio que tienen los alemanes: en la tecnología en general y en la aeronáutica en particular. Con todo fundamento, claro.   Por eso, precisamente, ha sorprendido más el flagrante fallo de los servicios médicos y ...

No es una Pepa cualquiera

  “Pepa Fernández, una morenita guapa, brillante y veloz como un relámpago”, leí una vez en alguno de los cientos de libros escritos por el profesor Marina: “un pensador claro, ameno, sutil, personal, de prosa creadora, intencional y actualísima” (Umbral dixit). Pepa Fernández no es otra, claro es, que la eviterna directora de “No es un día cualquiera”, el programa matinal de los fines de semana de Rne, que una vez más se emite desde algún lugar de Extremadura: Villafranca de los Barros, esta vez. Con decir Pepa Fernández y José Antonio Marina, está dicho todo. Me explico: vayan sustituyendo ustedes el nombre del profesor Marina por el de cada uno de los colaboradores del programa y verán cómo salen las cuentas. En efecto, se trata de una mujer, Pepa Fernández, lista como el hambre, dirigiendo a un elenco de personas con un don común, el talento, cuando no la genialidad (aquí hay que poner el nombre de Forges), y cuyo paradigma, ya digo, es el admirado profesor Marina, cuyas pa...

Los huesos de Cervantes

A vueltas andan con los huesos de Cervantes, que yo no sé si eso es bueno o malo: el que los encuentren, quiero decir. A no ser que lo que pretendan sea extraerles el ADN para clonarlo, y que nazcan cientos, miles, de Cervantitos. Pero eso me parece difícil: Einstein fue un genio, el más grande de todos, y no tuvo ningún descendiente genial. Ni Beethoven, ni Mozart, ni Leonardo, ni Miguel Ángel, y por ahí seguido. Cosas de la genética, lo que hoy conocemos de ella, claro, que mañana Dios dirá. Y hablando de genialidad, yo con Cervantes es que lo flipo. Y no me refiero sólo a la excelsitud de su escritura, sino al milagro de su sabiduría. Resulta que el otro día, en una de las miles de charlas que nos dan a los médicos sobre la diabetes, la obesidad, la hipertensión y todo eso, va el ponente y dice, enésima vez, que una de las cosas que prolongan claramente la vida es comer poco. De inmediato, me vino a las mientes aquello tantas veces citado de Cervantes, pero esta vez me asombro, ...

Que no me voy

   A Marte. Al planeta me refiero, claro. Que es muy distinto de ‘amarte’. Y digo muy distinto porque Marte nunca tuvo nada que ver con el amor, que para eso está Venus, sino con la guerra, actividad de la que fue nombrado nada menos que dios, el dios de la guerra, nominación en el que algo tuvo que ver su color, el rojo, adjetivo por el que es también conocido, el planeta rojo, color que no soy capaz de ver ni por el forro, ni en vivo ni a través del telescopio que tengo en la terraza de mi pueblo. Seguro que a mí me pasa con Marte lo mismo que al personal con el vestido ése tan famoso, que unos lo ven/vemos dorado y blanco y otros blanco y azul, de donde se deduce una vez más que el cerebro es la madre (o el padre) de todos los corderos, o sea, de todas las percepciones.   Que no me voy, como tenía pensado, a Marte, a pesar de lo exultante que estoy con el último y recientísimo descubrimiento de la NASA: durante un tercio de su existencia, unos mil quinientos mil...

El ganador ha sido... ¡¡¡Pedro!!!

  Vuelta la burra al trigo. De nuevo, los medios han incurrido en la bobada de contarnos quién ha sido el ganador del debate. ¿Qué debate va a ser? Al parecer, el ganador ha sido Pedro, ¡por unas décimas!, como si fuese una carrera de cien metros lisos (lo que me extraña es que no hayan puesto las centésimas, los muy listillos). Y se quedan los tíos tan oreados. Como si de eso se tratase: de saber quién gana a quién y no de analizar la situación y proponer mejoras. ¿O no es ésa, acaso, la finalidad del debate? No me vayan a decir que el debate tiene otro cometido. Pues bien: en lugar de preguntar al personal quién ha sido el que más y mejores ideas ha aportado, van y preguntan: “para usted, quién ha estado mejor”.   Yo es que ya no sé qué hacer para evitar semejante bobada.   Imaginemos, ‘en ese orden de cosas’, horror, ya me contaminé, que uno de los contendientes hubiera sido el sobrino de Julio Iglesias, sí, hombre, sí, el joven de la coleta, o sea. Imaginemo...